He perdido la razón
nunca la cuidé
cuando tu corazón
pidió mi sangre
no se la entregué.
Ahora que me encuentro
dentro del ataúd y me
arrojas el puño de tierra
despidiéndote de mi cuerpo
es comprensible adivinar
cuánto me amas.
Creo que tus lágrimas yo no
las merezco, la gente murmura
como si no supieran lo que
estás sufriendo.
Me despido desde
algún lugar desconocido
con la certeza
de que pronto estarás
conmigo.
Esa flor que me arrojaste
quisiera que fuese con la
mano que escribiste que me
perdonaste.
Ana Rosa te amo.
Está dedicado a mi esposa Ana Rosa, con mucho cariño.
Colaboración de Iván Gómez
México