Entonces comprendí que eso de amar no era lo mío, esa joda de estar entregando todo y sentarse a esperar los frutos de una mierda que ni raíz tiene es inaudito, a veces me pregunto cómo demonios el hombre empeña el alma con un pinche suspiro.
¡Ah! condenados de asco los que invaden el corazón de gozo para luego dejarlo hecho un bodrio. Inhumanos rastreros que lastiman el alma aún más que la carne, y traicionan la dicha y la visten de luto, perturban la calma y castran los sueños; ¡ah! condenados de asco los que dan un suspiro para apagar una vela.
Colaboración de Vigo
Colombia