Un cuerpo vacío de alma en eco
repite su ególatra nombre
arrasada en su desvelo
maquilla el tiempo frente al espejo.
Distancia de viejos tiempos
venciendo la lozanía en su rostro.
Se mira con perplejidad
bajo el cuello donde adulaban nobeles grillos,
agitaba hoja la ventisca con frescor en la pupila.
Era el tiempo alegre de la sangre con bríos.
Nobeles pájaros pican la piel en su ola de frío
Y la hora se resume breve
en el temblor de dientes que rilan.
La tormenta se apagó en la vena cual la añeja playa de arena
caminando su ribera.
Dentro del cuerpo maúllan gatos
en rito satánico, por la ventana entra viento
que sigue erosionando lo bello.
La juventud ya es un recuerdo casi una novela en biblioteca
que empolva su pelo de colorida manteca.
Entre el antes y el después hay una feroz guerra,
un combate de cristales de cara al vidrio
que no proyecta lozano reflejo.
Su corazón de intemperie es viento cobarde
que repele los pliegues de los años.
Colaboración de Ricardo Álvarez
Argentina