Ella, lo más deseado y anhelado por mi durante mucho tiempo.
La diosa que baja a despojarse de su deidad
para convertirse en mi musa,
Por la puerta entra cada noche con cautela
y con reserva embriagada
y poseída por el vino de mis versos.
Como la luna cuando desciende en el horizonte
al encuentro con el lobo que la venera, así
desciende la diosa para ver a su amante, un simple mortal,
el cual le ofrecerá un ritual pagano, en el su cuerpo idolatro,
sobre sabanas de fina seda la recuesto, sintiéndose éstas avergonzadas
ante la suavidad de su piel, con delicadeza retiro su túnica blanca,
color de la pureza, contemplo su cuerpo,
esas pronunciadas curvas que en ella abundan,
en un juego de luces y sombras que son reflejadas por las
envidiosas estrellas que contemplan nuestro encuentro.
Describir su desnudez postrada frente a mí es casi un sacrilegio.
Ella me observa con rostro apacible, me sonríe con sutileza
¡Oh cuán soberbia es la perfección¡
De sus rizos cobrizos enmarcando su rostro,
de los similares, pero no iguales
ópalos preciosos que tiene en los ojos
iluminados por la luz de la noche me reflejo en ellos
y sé que es el momento perfecto para proseguir.
Procedo a venerar el pecado en su cuerpo,
su sublime mirada me hipnotiza, comienzo a poseerla,
y con el vaivén digno de como cae una pluma al viento,
la hago mía, justo en ese momento siento como si pudiera
tomar en mi regazo al viento, como si el espíritu de la libertad
me perteneciera en ese instante cuando siento que la fuerza
abandona su cuerpo y se aferra al mío y nuestros corazones
laten acelerados en total sintonía, la siento absolutamente mía.
Poco a poco se recupera
y siento cómo las fuerzas van retornando a su ser
yo me estoy renovado como nunca, en la más alta plenitud,
ya que a pesar del largo camino que he peregrinado
he llegado a su fuente y bebido de ella.
La observo dormir en plenitud, en la vida he visto algo más sereno
más pacífico, es la viva imagen de la quietud,
hasta el viento se ha tornado
en la más delicada brisa por temor a perturbar su profundo descanso.
Pero todo llega a su fin, el sol como siempre es egoísta y
sus rayos entran por la ventana
iluminando el moreno rostro de mi amada
esto la inmuta y sus ojos se abren,
una vez más se tiene que marchar,
como cada amanecer,
sin embargo, sé que al ocaso, al final del atardecer
cuando el sol se oculta y la luna vuelve con el lobo
ella volverá conmigo,
y será otra vez mi musa, la décima, la insuperable,
la que parecía inalcanzable paro ahora ya no lo es más.
En total prosa y sin una estructura, un anarco-poema erótico.
Colaboración de Sergio
España