¡Hay que levantarse temprano para hacer la molida!
decía en más de diez ocasiones por día.
¿El comal ya está listo?,
¡Le falta avivar el fuego para que las tortillas salgan luego!
¡Apúrense!... La gente espera las tortillas
y sin ellas no hay desayuno, ni almuerzo, ni cena.
¡El comal está caliente! ¡Echemos las tortillas!
Ese era su trabajo...
Lo daba todo, por entregar el mejor producto.
Una tortilla caliente
hace sonreír al cliente
después de venir del trabajo.
Pero tanta era su preocupación,
que al estar el comal en el fuego,
también encendía uno, dos, tres o no sé cuántos cigarros al día.
Ella inició a marchitarse
como una rosa en un jardín incendiado.
El humo empezó apuñalar el pulmón lastimado.
Y del vicio nunca quiso retirarse.
Abuela, ya no fume... ¡Eso le causa daño!
Más la viejita aferrada en su cigarro
nunca hizo caso
y yo... ¡Recibía un puñetazo!
Abuela, el comal y el cigarro no son sus aliados.
Lo bueno y lo malo no sé puede juntar.
¡No te metas!... Me decía enfurecida,
y con paleta en mano me seguía
hasta que con un golpe me hacía llorar.
Abuelita... Yo le insistía
no fume, que eso produce cáncer.
Mejor dedíquese a hacer...
- ¡No te metas!... Con esa frase me interrumpía.
Y el tiempo pasó...
y el comal y el cigarro
empeoraron la salud de mi abuela.
Todo empezó con el catarro,
luego se sentía ahogar
con su propia saliva.
Y a medio año el doctor
le diagnosticaba,
cáncer progresiva
en los pulmones.
Abuelita... ¡Sí me hubiera hecho caso!
Sí tan sólo se hubiera dedicado
a tortear, a sentir una clase de humo.
Ahora estuviera viva...
haciendo funcionar la tortillería.
La que hizo levantar con el sudor de su frente.
Cuando, estaba sola y con varios hijos.
Este poema que está más en prosa que en verso, se lo dedico a todas las madres, abuelas y bisabuelas que fueron o que siguen trabajando porque fueron abandonadas.
En especial a las madres que fuman tanto. ¡Por favor ya no lo hagan! Mi abuela murió de cáncer y la muerte que yo vi, la de ella fue dolorosa. ella no podía respirar y su último suspiro me impactó. A la madre de mi abuela le dedico este poema. Porque veía en ella a una mujer trabajadora.
Colaboración de Alberto
Guatemala