Tus manos se mezclaron con el mundo,
tus ojos descubrieron horizontes nuevos,
tu presencia se alejó de mí como una tarde en el ocaso.
Tus tacones firmes con golpes contra el piso
no me anunciaron más tu llegada,
tu voz más nunca interrumpió silencios,
tu risa no iluminó mi cara,
tus besos no hicieron cerrar mis ojos
y extrañé a diario tu amor cargado por montones en tus manos.
El silencio que fue infinitamente tuyo
me hizo prisionero de pensamientos locos,
pensé como un niño tu regreso sin anuncio,
los días que pasaban los sumé inútilmente a tu regreso,
conté cada día, cada instante,
me vestí muchas veces elegante convencido
que el final de esperarte terminaba
y con lenta tristeza me tocó despojarme
de esperanzas para meter mis sueños en mis mantas.
Desperté cada día una ilusión
cuando mis ojos abría y pensaba que ya era suficiente
de mañanas sin tu cuerpo, prepare mil desayunos solitarios,
dejando un plato listo y vacío
para poner el tuyo junto al mío;
ningún trozo de pan tuvo la suerte de tu boca.
Caminé contando pasos,
hasta le pedí a Dios ignorando mi escepticismo
y obviamente no escuchó, seguiré esperando
que algún día recuerdes que te espero.
Colaboración de Dariotrz
Colombia