Tengo celos de los rayos
tibios y eficaces
del incandescente sol
cuando a tus mejillas
originan un rojizo rubor
o del canto estentóreo
de los pájaros
que te regocijan
cuando asoma el albor.
Tengo celos de quienes
te hicieron
un juramento de amor
y del que agitó
tu corazón
en un especial
momento,
de ese que me robó,
el embeleso
de tu primer beso.
Pero ningún celo
podrá extirparme el gozo
de que eres mi ensueño
y la absoluta dueña
de mis animados
pensamientos.
Se debe tener celos de la persona que se ama pero celos sanos.
Colaboración de Nazareno
Argentina