Dádiva del alma, tesoro mío
universo, cielo que late, vibrando
en tu pequeño corazón veloz
encomendado en mis manos.
Hijo del tigre en lengua mapuche
sombra y refugio de los alerces, agazapado y felino
suave la piel y tersa
vista infinita donde se pierden las pupilas
eres mi calma y nebulosa, tu voz quiebra el cántaro y fuente.
Rompiendo matriz te enarbolaste, flameando de vida y suspiros
de la madre que te ama, tenazmente, incansablemente, tiernamente
bendición del cielo eternalmente, sempiterno en mí.
Si el firmamento fuese tu paz y tu contento
Quisiera ser tu rey astro,
un pulsar, tu luz lejana, con raíz de luna
tan solo ello, sería mi consuelo
una estrella roja intensa,
empero tú mi Ángel
un salto y séquito de estrellas,
como una catarata y maravilla de mi mundo eres.
Tú, eres tú,
hay mi hijo,
precioso, admirable y paradisíaco
¡Oh mi tierno hijo, primogénito y manso¡
Pareciéndote a palomas mensajeras de paz
mansedumbre de los vientos
trayéndome tu aroma, a mis épocas de infante y travieso.
Niño, pequeño de mi alma
extensión y trascendencia
brote adolescente, de miradas y gestos
todo lo que anhelo, eres
mi héroe, mi prócer
encumbrar tu belleza y fuerza de la juventud,
en vida, de mi vida
en mi arte y poesía te obsequio,
corre, vuela, sueña.
Ama a los árboles, adora el viento
y al caer el horizonte te aprisione el pecho el recuerdo.
Cierra tus ojitos
duerme en calma, yo seré tu abrigo, en las noches de frío
mi grata devoción, fiel a mi lado
en mi pequeño bosque
a sol y sombra, Nahuel hijo mío
naturaleza y esplendor, destellos de inspiraciones,
que a mi paso fugaz
herencia en tus manitos confío.
Tú, fuiste iluminado, cetro y rey
al espíritu fulgurante con tu luz mi ser interior,
que en franca merma y deterioro
viaje hacia los valles, a la misma tierra de mis antepasados
pendiente abajo agonizando en otoños oro.
Porque el día en que tú, mi hijo, naciste
allí acaricié la cima de la montaña más alta
y el cielo con mis manos,
sabiendo que tengo tu esencia,
entendiendo que eres mi progenie
linaje y genealogía de mi sangre,
aborigen de la sabiduría
encomendada, en mi vuelo migratorio
a otras napas profundas de la tierra.
Polvo que habla
que lentamente, lánguidamente,
paulatinamente me pretende.
Destinos de la vida misma,
morir al lado de mi amor Amante
tierra mía, bendita, tierra virgen de mis huesos
doncella de tu huella niño,
feliz de haber nacido, gozoso de ser padre
teniendo hijos
de haber escrito este libro de la vida, el epítome,
génesis y raíz de tu pelo, tus ojos y tu boca
haber, jornal y salario poseo, en tu abrazo
mi puro amor, mi indivisible ser, Nahuel mi hijo.
Mi obra y retoño.
SETIEMBRE 30 Año 2000
Buenos Aires Argentina.
Colaboración de Darío el poeta
Argentina