Parece que no me he acostumbrado a tu presencia.
Pero no es así.
Mi cuerpo te extraña en las noches. No siente tus brazos a su alrededor, no siente tu respiración sobre su piel, no siente tus labios sobre los suyos. Sólo es capaz de sentir la fría sábana sobre el duro colchón, y la almohada que pretende usurpar tu lugar.
Mi mente divaga en los recuerdos, y siempre termina en tus ojos, esos ojos que incitan a nadar en su interior, a perderse en su misticidad, a derretirse con ese fuego expresado en su mirada, tan profunda, tan escrutadora, pero a la vez tan dulce, tan mágica, tan adictiva.
Mi alma se pierde y se destroza buscando la tuya cuando tu ausencia está tan presente, porque sin tu alma la mía se vuelve un ser inerte, incompleto, triste, desesperado, un ser que daría lo que fuera con tal de que los minutos pasaran para que tu alma se reencuentre con ella, pero sabe que es imposible y regresa a mí, a este cuerpo, donde sufrirá una lenta y desgarradora espera hasta volverte a ver.
¿Que no me he acostumbrado a tu presencia? Si cuando tú no estás no soy yo, soy sólo un conjunto de células, buscando desesperadamente trozos de lo que somos, rastros de lo que eres, pedazos pequeños de ti, para poder recuperar un poco de la vida que me arrebatas cada vez que te marchas, cada vez que la distancia terrenal es un impedimento para que nuestros cuerpos se encuentren en un abrazo, para que nuestras almas se fundan en un beso.
Distancia terrenal. ¿Es acaso una barrera capaz de destruir el amor más grande del mundo; EL NUESTRO?
El final de nuestros días juntos se acerca, lenta y dolorosamente. Dicen que todo principio tiene un final, y yo me pregunto... ¿acaso éste es el final?
¿Acaso éste es el límite de los besos, los abrazos, las caricias, los sueños, los planes a futuro? ¿Acaso es tiempo de enterrar este sentimiento y junto con el, mi corazón, mi vida?...
¿En qué momento me acostumbré a ti?
Siento que ahora ya es tarde para pensar en eso, porque aunque trato
de luchar por que mi cuerpo no te necesite, porque mi mente no te recuerde,
porque mi alma no se desviva buscándote, cada hora, cada minuto,
cada segundo que pasa de mi existencia se va en ti, y es que aunque no
estés conmigo, aunque la distancia terrenal sea grande...
TE SIENTO A MI LADO PORQUE ME HE ACOSTUMBRADO A TU PRESENCIA.
Dedicado a ese ausente siempre presente en mí: Paolo
Colaboración de Paulina Sofía González Castillo
México