Un puñal hasta la cacha
ensartara un asesino
en un cuerpo femenino
a una linda muchacha.
Un muchacho la encontró
y desclávale el puñal
y rodeado se miró
por un gentío infernal.
Fue amarrado y procesado
por un violento jurado
que lo mando condenado
a un presidio enrejado.
El asesino inocente
los siete años cumplió
en el presidio inclemente
donde tristezas pasó.
En la cárcel conoció
a un anciano enfermizo
anciano que revelo
un oculto pasadizo.
Una noche el preso anciano
al inocente apremio
y lo llevo de la mano
al hoyo que destapo.
El muchacho se metió
en aquella oscura cueva
y con miedo camino
con una esperanza nueva.
Los murciélagos volaban
alrededor del intrusos y fatídicos chillaban
por la culpa del iluso.
Gusanos y escorpiones
en el sórdido cubil
le salían por montones
en ese día de abril.
A lo lejos vio una luz
y se llenó de alegría
cuando llego al tragaluz
por donde el sol se metía.
Cuando salió de la cueva
medio dolido y nervioso
presintió vida nueva
en otro país generoso.
Camino con rumbo norte
ganando las cuatro leguas
desean do tomar transporte
para ganar otras treguas.
Llegó la noche con luna
y el muchacho cansado
a la orilla de una tuna
dormido quedo callado.
Al llegar el nuevo día
el joven se despertó
y sintió gran alegría
de lo que abajo miro.
Era un valle esplendoroso
donde había una cabaña
con un jardín primoroso
y una dulzura extraña.
De la cabaña salió
una joven primorosa
y a la colina llego
cantarina y deliciosa.
Cuando al joven descubrió
quedo parada del susto
pero al momento sintió
un pacífico regusto.
El joven se le acercaba
con una suave sonrisa
y la joven lo esperaba
con una angustia remisa.
El muchacho le narró
de su vida la verdad
y con eso se ganó
la femenina amistad.
Se lo llevó a la morada
donde vivía su madre
para contarle angustiada
que no vivía su padre.
La madre de la muchacha
comprensiva y maternal
al joven le pasa el hacha
y el duro pedernal.
Pasaron felices días
en ese bello lugar
con las dulces alegrías
que reproduce el hogar.
Murió la dulce señora
en una tarde de junio
y llego la tierna aurora
con la paz del plenilunio.
Los dos jóvenes se amaron
en una tarde de mayo
y la pasión la gozaron
con la caída de un rayo.
La cabaña quedó sola
al morir los dos luceros
pero se corren las bolas
que aparecen en los cerros.
Los cuentos de aparecidos
nadie los quiere creer
porque la lanza el olvido
hacía la cruz del ayer.
Los designios del creador
son perfumes misteriosos
y los del pesado escritor
Autor: Boanerges Fernández
Colaboración de joa82
Nicaragüa