Mis manos acuden a ti, aún en el tiempo y la distancia; no existe un imposible ni un quizás, sólo está la esperanza, la vida, la emoción, el sentimiento que lentamente se apodera de los pensamientos y es así cuando nace esa hermosa sensación que atrapa y se convierte en lo único, lo bueno, bonito, especial, valorado y sagrado...
Eres hoy para mí una silueta abstracta, visible más no descubierta en alma y corazón. He caminado por senderos espinosos, agrestes, grises y acompañados de mucha nostalgia, soledad, lágrimas y con mis alas rotas y mi corazón fracturado, incalculables heridas, hoy cicatrices que perduran en mis recuerdos...
Pero también he aprendido a levantarme de los cimientos caídos, de la tempestad arrolladora, aún con todo; creo en Dios, en la vida, en los aromas que expide mi madre naturaleza, en la luz radiante del divino Sol, en la serenidad de mi amiga Luna, creo en el amor a pesar de que duele demasiado, creo en un corazón noble, fuerte, dispuesto e incondicional. Creo en la amistad sin importar razas, religiones, culturas y opiniones. Somos seres creados con una variedad espectacular y libre para escoger, seleccionar lo correcto o no.
Amo ser como soy, difícil de comprender y aunque Dios no me dotó con belleza física, él me ha regalado un corazón amplio, puro, digno de recibir las mejores cosas que tiene la vida... Trato cada día de limpiarlo porque es mi recinto, mi templo sagrado y soy dueña y señora de mi vida total...
Autora: Julia Fernández
Colaboración de margara
Venezuela