Hace tres días que desperté siendo otra persona, y es una sensación rara que a la vez, irónicamente, me es normal. Cambiar en esto, cambiar en aquello, se vuelve el día a día cuando tienes los días de niño contados, especialmente cuando estudias en el Lord Byron. Sin embargo, esta específica sensación rara y común es especial, porque fue un cambio de perspectiva hacia el todo.
Aprendí muchas cosas, cambié algunas definiciones, descubrí todo lo abstracto que mi corta visión realista me permitía ver hasta entonces. Si se pueden originar lazos de amistad de la nada, todavía hay quienes están dispuestos a poner las manos al fuego por alguien más, y más importante aún, descubrí que aquello que sentía al ver a todos a mí alrededor alegres, no era condescendencia sino ira. Ira porque innecesaria y estúpidamente cargaba con un sufrimiento que no era mío, todas aquellas cosas que los humanos cargamos día a día: corrupción, injusticia e impotencia.
En estos tres días intenté dar explicación a cómo los demás son felices, capaces de mirar con buenos ojos muchas cosas, sobreponiendo lo bueno, ignorando lo malo. Eso, ignorancia.
Ya no más, pues es la hora de la verdad, aquí y ahora, mientras redacto esto. No es ignorancia, es simplemente felicidad. Felicidad, felicidad simple y llana. Sin interrogantes, sin explicaciones, sin ironía ni bromas sarcásticas, asolar toda clase de duda, entrar en una especie de… No lo sé, pero no hace falta explicarlo, ustedes lo conocen perfectamente, y me alegro mucho de ser uno de ustedes.
De tanto oír de Alicia en el país de las maravillas, se siente como caer por el enorme hueco a algo distinto, a otro mundo, que a decir verdad, no es un reflejo sino el mismo mundo en el que vivo, el mismo, sin un solo cambio más que yo. Me es difícil explicarlo, y está bien, descubrí que me he pasado todo este tiempo explicando toda mi vida dejando de lado disfrutarla, ya no debe ser así.
¿Ignorancia? Que lo llamen como quieran, que me llamen lo que quieran. Hipócrita, mentiroso, tránsfuga. Ya no me importa, no importa que quede mal ante muchos, que haya tardado 16 años en darme cuenta de la esencia de la vida. De darme cuenta que acabo de perder lo que serían infinitas experiencias y relaciones en este colegio que ahora, a punta de escopeta, debo dejar.
Todo quedó atrás, un nuevo comienzo, una nueva vida al lado de otros extraños con los que experimentaré nuevas vivencias. Todo aquí es maravilloso, algo con lo que nunca soñé y sin embargo, aquí y ahora, aprecio de forma ciega, ciega pero ferviente, y con lo que parece que hubiese soñado toda mi vida. Y quién sabe, con lo que dentro quería, pero mi ceguera no me dejaba.
Me gusta aquí, ¿Y saben algo?
Hace calor.
Colaboración de Humano 2.0
Perú