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(UN POEMA PARA ISABEL)
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Yo que conozco los carriles que conducen a tu lecho
Y he degustado las mieles de tu cuerpo y de tu pecho;
Yo que circundando el cauce de las aguas de tu río,
he hecho eterno en tus pezones el sentimiento mío.
He pernoctado en las noches misteriosas de tu día,
Y en el puerto de tu océano he anclado en demasía;
Te conozco hasta en el soplo brusco del horizonte,
Y he hurgado en la llanura de tu Sur y de tu Norte.
Yo sé lo que quieres cuando oculta en la mirada
Se posa una sonrisa en tu boca de flor perfumada;
Cuando inocuas las ansias aturdidas en tu textura,
Me ofertan en derroche el tenor de tu hermosura.
Yo que hice residencia en la ciudad de tu regazo
Y eterno domicilio en los campos de tu abrazo;
Conozco de tus ansias, de tus caprichos y vesania,
Cuando extraña mi presencia te azota todo el día.
Yo que soy el náufrago de los mares de tus playas
Y desde el mástil de tu barca he bebido sus aguas;
Te conozco toda, toda; como el agua dulce del río,
Que conoce de su cauce, de sus curvas y desvío.