¿Y qué será de mí si no te tocó?
¿Te imaginas?
Desde que el hombre
sus primeros pasos dio en este planeta
se propuso tocarlo todo,
el agua, los frutos, el viento,
pero no pudo ir más allá de lo que
sus brazos se estiraban.
Así que solo pudo disfrutar del suave
contacto del lomo de su perro,
del gato, de la lana de la oveja
y los pezones de su esposa.
Mas… ¿para qué te digo estas cosas?
¿Qué espero de ti?
¡Ojalá comprendas la necesidad que tengo de tocarte!
Es que te sueño y sueño tu piel
tan dulce como el agua,
tan sabroso tu sexo como el fruto,
tan ligero tu cabello como el viento,
tan suave tu espalda como la del perro
y que arqueas tus nalgas como el lomo del gato.
¡No! No hables, no hay necesidad…
no quiero saber si protestas,
no quiero escuchar si te niegas,
déjame con mi ilusión de tocarte,
al fin y al cabo las personas
están hechas de eso mismo, de ilusiones.
Nos creemos listos para cualquier decisión,
para cualquier aventura, creemos que lo sabemos todo,
pero en realidad lo queremos todo.
Todavía hay quienes se creen lo suficientemente altruistas,
como para dejar escapar sus sueños, su vida.
Pero yo no soy de esos,
no tengo fuerzas para vivir si tú me dejas,
si me quitas la ilusión de tocarte,
las pocas fuerzas que le quedan a mis manos,
se irán, se marcharán con la inercia,
con la impotencia, con la rabia,
con la apatía y el sedentarismo.
Pero ahí radica tu poder,
que tienes en tus manos la decisión.
¡Maldita facultad de tu albedrío!