10 de octubre de 2018
MT:
Cuando conocí a la persona con quien ahora comparto mi vida, me sentía tan incomprendida y estaba tan falta de cariño y de afecto de cualquier manera posible, que al primer indicio de que alguien -cualquiera- me dedicara un poco de atención y amistad, ofrecí y di todo en bandeja de plata. También influyó mi previa inexperiencia en sexo y relaciones así como una pasada desilusión (que ahora sé que no era amor) basada en el rechazo y en la baja autoestima de querer alcanzar lo inalcanzable. No niego que en aquel momento me sentía falsa, idiota e ilusamente enamorada de mi actual pareja y que estaba deslumbrada, como en las nubes, pero cuando me di cuenta que en realidad no sentía nada por él que no fuera amistad, aprecio, gratitud y amor fraternal, que mi enamoramiento inicial no era sino sólo una ilusión, y que todo el tiempo estuve confundiendo amor con compañía, ya era demasiado tarde. Sin embargo, cuando esa madrugada en que se aclararon mis sentimientos hacia él llegó, yo me dije: “Nuestros hijos no soportarán vernos separados así que ahora me aguanto, y al menos tengo la suerte de no haberme fijado en otro hombre…”, hasta que mis ojos se llenaron de ti.
Sé que aún nos faltaba mucho por conocer el uno del otro , y al mismo tiempo siento como si supiera mucho sobre ti a profundidad, aunque me quedaban datos por aprender y saber sobre tu vida… y aún así hay una fuerza muy grande que me atrae hacia ti como un imán. Me enamoré de ti sin saber cómo ni por qué, me rendí a ese sentimiento a ojo cerrado y ahora estoy pagando las consecuencias de no haber tenido más cuidado con mi corazón y de no haber respetado mi actual relación.
Hace más de un año, poco antes de tu partida, estaba dispuesta a mandarlo todo al diablo, a tomar riesgos que hubieran cambiado para siempre mi vida y las de otros, a luchar por mi felicidad… entonces te fuiste, y sentí rabia, ansiedad, envidia, soledad, celos y frustración a la vez, al mismo tiempo que había llegado a la conclusión de que no hubiera valido la pena enfrentarlo todo por ti. Meses después, ya en abril, mi suegra agonizaba en mi casa por cuarto día consecutivo, y sólo pudo morir tranquila luego que yo le diera mi palabra, en pleno lecho de muerte, que yo siempre velaría por su hijo y que nunca lo abandonaría, que a mi lado estaría bien.
¿Cómo no hacerle esa promesa cuando era el único modo de evitarle a ella más sufrimientos, y peor aún, cuando no tenía idea alguna de que ibas a regresar? Ahora llevo a cuestas un juramento así como un compromiso moral y religioso en el cumplimiento de mis roles como madre y esposa, y lo más crítico de todo es que él sí me ama… a su modo muy peculiar, casi incomprensible, pero me ama.
¿Quién soy yo, pues, para romper tan hermosa familia arruinando para siempre la vida de mis hijos y de un esposo que ha sido un buen compañero, proveedor y padre? Ninguno de ellos tiene la culpa de que yo hubiera cometido el error de haberme casado con él, y él tampoco es un mal hombre. Me he esforzado sobremanera en llegar a sentir verdadero amor por él, o al menos volver a experimentar ese espejismo inicial que me lanzó de lleno a sus brazos, pero no ha sido así, sino todo lo contrario, ahora no dejo de pensar en ti, y cada día que pasa es una lucha constante conmigo misma y con la situación, y no dejo de rogar porque llegue el día en que todo lo que siento por ti simplemente desaparezca.
Me importas mucho, más de lo que te imaginas, pero nunca he recibido nada de ti a excepción de uno que otro gesto de caballerosidad de los cuales quedaré siempre agradecida. Nunca me has dado nada, nunca, aún si yo lo hubiera pedido. Nunca he obtenido nada de ti, ni en mis cumpleaños ni nunca. Te quiero, te aprecio y te admiro muchísimo, pero siento tu deliberada indiferencia, lejanía y distanciamiento, y sé que debo darte tu espacio, pero ya no lo aguanto. Siento que le estoy hablando a una pared… actualmente peor que a una pared, pues al menos con una pared tengo la certeza de que si le hablo, ésta no me va a responder, así que ya no voy a seguir invirtiendo ni comprometiendo energía y salud mental tratando de llegar hasta ti, pues lo menos que necesito es una conversación que vaya en una sola dirección.
¿Cuál es el punto de arrastrarme tanto si no quieres tan siquiera hablar conmigo?
Dado mi estado civil te comprendo y te perdono por no haber tomado acción alguna para abrirme tu corazón, pero algo tiene que ceder y algo se tiene que romper. Algo tiene que cambiar, pero en el fondo sé que nada pasará, nada cambiará. El no tener una buena razón para quedarme será una buena razón para alejarme.
Te deseo toda la salud, amor, suerte, éxito, abundancia y otras bendiciones en el mundo, ya que mi cariño y amor por ti son incondicionales, pero de aquí en adelante cualquier esfuerzo físico y/o emocional futuro, si alguno, deberá provenir de ti, si es que realmente deseas algo de mí. Me limitaré a pensarte sólo en espíritu.
Decir adiós es difícil. Duele demasiado. Sé que ya ha pasado un tiempo considerable desde la última vez que “hablamos”, pues ese incómodo intercambio de palabras que sostuvimos no puede ser catalogado como una plática en propiedad, y ya no puedo seguir con esto. Esto tiene que parar, aunque a decir verdad no tengo la más minima idea de dar por terminado algo que ni siquiera había comenzado. Necesito quererme lo suficiente como para no atormentarme más, y si no puedo entender del todo qué es lo que existe entre nosotros, eso que existe debo dejarlo ir.
Sólo deseo felicidad para ti, pero no puedo aferrarme a algo que no conducirá a ninguna parte; aún así, doy gracias a Dios y al Universo por haberme dado el privilegio y la efímera alegría de haberte conocido, por tu fugaz y errática aparición en mi vida, y por darme el placer de sentir tu nivel de energía.
Si esto no está destinado a ser, te envío todo mi amor de manera que tu amor hacia otra persona sea aún más fuerte y seas extremadamente feliz. Es lo que más deseo para ti. Lo que siento por ti es tan grande que estoy dispuesta a renunciar a cualquier posibilidad contigo con tal que puedas ser eternamente feliz. Duele en cantidad pero dolería aún más saber que tú no eres feliz.
Estoy dispuesta a sufrir en silencio y que seas feliz en lugar de sufrir por la infelicidad de ambos que es mucho peor y es justo lo que está sucediendo. No te sientas mal si sufro, pues es parte de la vida, pero créeme cuando te digo que ante todo quiero que seas feliz.
Esta será la última comunicación que recibirás de mí.
Ayúdame a renunciar a ti.
Con todo mi amor,
Astrid