Me miraste a los ojos y yo no supe que hacer.
Me abalancé sobre ti y con un cálido abrazo intenté decirte todo, tú parecías no entender nada y recibiste mi abrazo de una manera poco esperada.
Sin duda aquel día fue el último en que te vería, el día en que todo lo bueno y lo malo de mi pasado se desvanecería y en su lugar dejaría un vacío que tarde o temprano se llenaría con el porvenir de un futuro incierto.
Un ocaso cubrió el cielo de color durazno y una larga caminata a casa me esperaba. Mis pensamientos se centraron completamente en ti, una persona que seria dificil de olvidar y de reemplazar, quizás jamás encontraría a alguien tan especial como tú o quizás encontraría a alguien mejor que tú, no lo sabía.
Todo era tan confuso y a su vez tan lleno de revelaciones.
Esa misma noche al volver a casa lo único que hice fue pensar en lo bueno que fue el día, sin duda un día muy significativo para mí, un día casi perfecto e irrepetible.