Esta catedral no tiene el sacro pan ni el Espíritu de la capilla,
solo crismeras, copones, desinfecto manutergio de pasillos.
El humo del incienso no huele al madero frutal de los olivos
el sermón es ceremonia de bruñida estola que no dobla las rodillas.
 
La carne doliente no gotea sangre al dorado cáliz del vino
y solo un padre nuestro esboza la comunión arrebolada en las mejillas.
Mármol de importación rodean estampadas ábsides de áridas semillas,
el diminuto recinto congrega la fe bajo la aureola del Cristo.
 
Los rosarios son perlas de boato traídas del fondo submarino
las espinas no resaltan entre los vitrales coloreados 
bajo el domo de cemento,
la catedral tiene el afán de iluminar el ceremonial 
al lustrado ser Divino
y la humilde capilla la enciende el Jesús del madero 
con lámparas del firmamento.