Tirado en la acera de tu abandono me encuentro, cual abandonado pordiosero de tu amor, que tan sólo te pide un poco de ternura, más tu, mi orgullosa y bella criatura, ignoras cruelmente este humilde amor.
Acaso no ves que día a día se marchita la flor, más a ti no te parece importar todo el dolor que me causas, pero sé que algún día habrás de reconocer y algunas lágrimas verter cuando te encuentres ante la fatídica tumba del desamor. Y sobre la fría losa seca y sin vida lanzarás una rosa.
Allí mil cosas querrás decir, más del dolor no podrás prescindir y habrás de leer un triste epitafio de amor que hablará de la agonía y el dolor al que condenaste a este mendigo amor.