Recuerdo que siempre creí que estuvimos destinados a encontrarnos, para luego separarnos, producto de un mal plan divino; un hilo del destino.
Tan trágico como esas estúpidas novelas románicas que tanto detesto.
Nuestra historia fue una que nunca se escribió y pensaba con amargo que fue un desperdicio. Aún lo creo...
Admito que sé el porque nuestra historia no fue: una gran parte por mi cobardía, pero también por tu falta de disposición.
¿Quizá nunca me quisiste?, ¿te resultaba tan repugnante este ser? Quizá este paquete amargo que me cargo ¿era demasiado para tu naturaleza jovial?
Repuestas que no sabré.
Así que, después de tantos años de habernos separado y compartido nuestra carne con otros, no debería seguir formulándose en mi cabeza estas estúpidas ideas. No debería en verdad...
Y aún así, en este recoveco polvoriento, me cuestiono porqué. Porqué a pesar de todo sigo buscando el día en que nos reunamos, incluso en un texto para conocerte mejor. Porqué me pregunto, si no mereces que siga aguardando.
Y la verdad es que sigo esperando conocerte, para dejar de ponerte en este pedestal. O tal vez, ¿para mirar de nuevo el cielo en busca de los colores que ya no veo?
Pienso futilmente que con un poco mas de suerte podría ver en tus ojos el reflejo de mis sentimientos, el día que me permitas conocerte.
De verdad es que no debería tener estos pensamientos. Debería luchar más para suprimirlos. Tienes derecho a pedir eso.
Así como yo tengo derecho a reclamarte por ser tan idiota y negarme la respuesta que daría descanso a esta tormenta.