Hace años, días y meses estaba reunido con unos primos lejanos sentados en círculo en el césped de la Piscina Los Angeles, en la carretera a Pinto.
Allí jugaban a las cartas y yo les acompañaba. Me tocó guiñar el ojo y me lo tapé con la mano, gracioso.
Todos rieron. Yo sabía que haría gracia. Y lo hice, vergonzoso.
Son cosas que cuento. Pinto ideas, recuerdos.
Ahora una ráfaga me lleva a ti, sospechoso. En mi cabeza sintonizo con tu llamada, con tu imagen. Es como si hubiera puesto un ojo en ti y tú te sintieras descubierto, molesto.
A aquellos primos años, lejanos, les gustaban los girasoles de mi abuelo. Su padre era piloto de Iberia. Todo esto son señas para que me vean y coincidamos en esto. Para que vean. Nada más cierto. Y nada que hacer con ello. Con la Belleza no hay que hacer nada. Solamente disfrutarla, observarla, sentirla. Igual que con el amor.
Mi ráfaga llega a mí para juzgarme. Sin embargo, lo bello no requiere exigencias. Y cuando el juez llegó a mí y posó en mí su ojo atento ... vi en él (en su ojo) el reflejo bello de aquellos bellos recuerdos. Y se marchó con ellos para disfrutarlos.
"¿Quién disfruta más?", me pregunté: "¿tíos o primos?". Y entonces respondí: "quien observe la belleza del recuerdo". Y esta Belleza va contenida en este mensaje-poema. Como un mensaje en una botella tirada a la mar del sentimiento. La Belleza que surge brillosa en una parte se extiende a todo el poema. Y si lo descubrís es porque además lleva un ingrediente: conciencia.
Besos a todos, estéis donde estéis. Os amo.