La noche amortiza el sudor tributario
de la faena con oro divino
y rizos de blancas azucenas,
en las trenzas de mi amada
dibuja bellotas planetarias.
Presente mudo derrota el esplín
de brumos campanarios
y me bastan las raíces
que rayan los iris de su mirada
con sutil telepatía
en comunión de pupilas plenas.