Soy corazón.
Estoy apagado… con la energía necesaria para latir y no morir... aletargado. Lento. Me siento tibio, oscuro, como una planta frágil que no soportará un viento fuerte, ni una lluvia intensa. Solo vivo… solo lo necesario.
¿Por qué?
¿Para qué?
Es simple.
Estoy enamorado.
Amo con una fuerza tan intensa que va mas allá de mi razón. Amo con toda la energía que brota de mí.
Amo al corazón equivocado…
Este otro corazón me ha dicho que me ama. Y yo no entiendo nada. O simplemente no quiero entender. No quiero ver. Yo solo quiero amarlo. Yo solo quiero que nuestros ritmos se sitúen al unísono en el tiempo, en el punto que sea, un minuto, un segundo, un instante cualquiera. Bajo las condiciones que sean.
Ese corazón ahora duerme al ritmo de otro cuerpo.
¿Qué se supone que yo deba hacer?
¿Llorar? Ya lloré demasiado...
¿Enojarme? No, ya me enojé demasiado.
¿Enloquecer? Ya enloquecí antes y no sucederá de nuevo.
¿Gritar? No. Ya he gritado hasta quedarme mudo.
¿Obligarlo a venir y aprisionarlo junto a mí?
No. Me gusta libre, me gusta que venga a mí porque quiere y no porque se lo pida. Me gusta que me llame, me gusta que me escriba, me gusta que me pida uno, dos o tres latidos.
Yo solía ser libre también. Solía valerme por mí mismo. Ir y venir de aquí a allá sin miedo. No temía a ser destruido porque no me había experimentado en esta sensación de descontrol total de mi sentir.
Ahora temo a ser despedazado en un rincón oscuro, o bajo la lluvia dentro de un auto estacionado. Temo ser nuevamente abierto en dos para dejar expuesta cada una de mis venas, las mas oscuras y penosas. Le tengo pavor a la sensación de asfixia tras un adiós.
Ese corazón no me ama aunque me lo escriba horas después de haberme visto. Ya lo sé. No me lo puede decir viéndome a los ojos. Ya no puede. Antes esas palabras salían de sus labios como seda que cubría mi alma y podía sentir la suavidad de cada letra rozando mi piel mientras con delicadeza se deshilaban una a una. Sin pedirlo.
Me amas? - Le pregunté-
-No lo sé.
He decidido apagarme.
No porque no me ame.
No porque para mí ya no tenga nada.
No porque a diario busque un recordatorio para hacerme ver que ya se va, porque yo solo soy la puerta para algo mejor.
Como si pasar a través de mí fuese cosa sencilla.
No porque no pueda irme. Porque puedo.
Me había ido ya… me llamó de vuelta y con los ojos cerrados regresé hacia su voz, decidido a dejar cada gota de amor en sus labios. A entregarle toda la energía que le dió a mi andar para poder irme vacío ¿Por cuanto tiempo? No lo sé. No me importa.
He decidido apagarme, porque no hay razón que me haga entender el porqué debería latir en otra dirección y no en ésta. No puedo controlar la fuerza que me atrae. Dejé de pelear.
Solo respiro, voy y vengo bajo sus señales, que me traen y me alejan a su voluntad.
He decidido quedarme aquí, a oscuras, latiendo en el silencio porque no hay otra forma de esperar el próximo encuentro, en que me pida uno, dos, o tres latidos.
Solo así llegaré al próximo cigarro en la banqueta. Solo así llegaré al próximo abrazo. Al último beso, al penúltimo o al que quisiera que nunca acabé. Me prometió que le vería nuevamente. Yo le creo.
Estoy apagado con la energía necesaria para latir y no morir.
Porque quiero.
Porque espero.
Porque amo.
Aunque sea al equivocado.
Masoquismo?… mucho. No lo niego. Qué hay de malo en eso?
-un abrazo- me dijo para despedirse.
-chao- (aunque moría de ganas de decir, quédate a dormir conmigo)