Presiento que ha llegado la hora de decirte adiós.
Por fin he encontrado la resignación de una vida de placeres mundanos.
El sol ya no calentará más, ni las canciones dirán nuestra historia.
Viviré en este cuento que no tiene lugar para atardeceres eternos, de esos en los que te hallaba y los sentía tan bellos.
Seguiré conviviendo con el vacío de tu partida, y los recuerdos que no me dejarán jamás.
Dejaré de buscarle por fin el propósito a mi vida, pues éste ya se encuentra lejos de mí.
Dejaré que el resonar de mis pasos me lleven a los brazos de cualquiera que me de un poco confort.
Y algún día quizá lograré que este vestigio de vida, se sienta tan real como era lo nuestro.
Pero para poder alcanzar un poco de esperanza, necesito dejarte.