Que se puede hacer, cuando todo tu ser se niega a aceptar la respuesta a la mas ansiada pregunta.
Cuando lo sabes, pero no quieres verlo, aunque lo tengas delante y lo estés mirando.
Puedo culpar a la necesidad de afecto y cariño, a la necesidad de tener por fin esa vida hecha y alguien con quien compartirla. Pero incluso, con ese velo de necesidad, la respuesta sigue siendo mas clara que las aguas cristalinas que hace apenas unos días disfruté.
Mi cabeza no puede dejar de repasar todos los puntos que me llevan a estas dudas, por llamarlas de alguna manera, puesto que no son dudas, si ya están resueltas.
Y como respuesta inmediata recibo una oleada de furia que me acelera el pulso, seguida de un mar de pena que me nubla la vista y unas lágrimas que me inundan los ojos, no sé muy bien si por lo primero o lo segundo.
Después de todo, de haberlo tenido todo, darte cuenta de que no sirve de nada, si ese todo te lo has logrado con la persona equivocada.
De que sirven los viajes hechos, si tu corazón no se acelera al verle esperando, y lo único que te aflora en la mente con un primer beso, es un no rotundo.
De que sirven las buenas formas, si cuando crees ver una oportunidad en la lejanía, todo se derrumba sin un motivo concreto.
Tal vez, el no haber carecido nunca de ello, me llevó a darlo por supuesto, por sentado, y ahora me cae encima la realidad de golpe, demostrándome que una vez más, me he equivocado.
Cuando las sonrisas que ofreces no son distintas de las que podrías darle a un amigo, o a una madre. Cuando la atracción no es más que una búsqueda de desahogo y no la liberación de pasión por un ser amado.
Cuando ni siquiera la sencillez del desahogo es suficiente.
Cuando no ves nada en su mirada, no sabes interpretar sus gestos y desesperadamente intentas que aprendan a interpretar los tuyos.
Cuando todo son pegas, como siempre han sido, pero te niegas a que la misma operación vuelva a tener el mismo resultado. Cuando a todo se le suma verle tan lejos, en el tiempo y en la distancia, cuando de por sí lleva cargas a su espalda.
Ahora sé que las lágrimas son de rabia, rabia por no sentirme valorada, por no sentirme querida, amada o comprendida.
Por la indiferencia ante una adversidad, por la indiferencia ante una provocación, por la indiferencia ante una búsqueda de una conexión inexplicable, que por mucho que me esfuerce en explicar, ni conseguiré que la entiendan, ni la encontraré donde la estoy buscando.
La respuesta parece clara, por qué te niegas a verla entonces?
Por que lloras a diario, frustrada por todo lo que te sobrepasa, sabiendo que es ajeno, y ni por asomo se hace a la idea de cómo es todo.
Por que te martirizas repasando cada error y carencia pasada, como quien revive un recuerdo feliz buscando cobijo en un mal momento.
Ya lo has pensado, e incluso, en un momento tan crítico para ti, tan doloroso y desesperado; él seguía ajeno, incapaz de compadecerte, de empatizar, incapaz de tener eso que tanto necesitas y buscas, ni en el más indicado de los momentos.
Si no te demuestra que te quiere, que te echa de menos, que te entiende, si no te hace reír, o bajar la mirada sonrojada, que tu mirada se desvíe a su boca mientras habla…
Por qué te quedas entonces? Por qué te empeñas en imaginar un futuro ficticio que no existirá jamás.
Esto termina aquí, por que aún no he encontrado la respuesta…