Me acercaré a tu clamor de atardeceres, estaré para amarte y defenderte de hades, cruz y luz en la frente… Lo esquivaré de tu cansancio con mis piernas de guardia como dos fusiles fieles. Yo que he nacido de tu palabra, soy el eco de tu suerte, que ha crecido con tu piel encima el vientre… Voy a salvarte de toda huida, de todo transitorio que convencido silencio refieres.
Conoceré a esos muertos que retuercen despiertos de esperarte.
Empuñaré a cambio el alma, para que el rumbo que te sostiene te aparte de un giro, del fatuo destino, como un duelo, como un trueque… Las horas del juicio, mi rezo surcará los montes, subirá hasta el cielo para que en la lluvia se escuche en las preces tu nombre, pasarán los meses… Y los años luego con sus noches claras y sus lilas amaneceres.
Ese día de abril, sentado con tus manos quietas, estarás espiando la tarde, la muerte muda al volverse parca pasará de largo sin verte,
se llevará mi amor que ha sido sólo tuyo tantas veces… Sabes que aunque te sobren armas y te dilaten poderes, y empuñes los puños y endurezcas los dientes, no te castiga la que mal te hiere, ni te espanta la que bien entiendes, verás en el aire que la hora sucede, que conmueve la piel ancha como las paredes la paz que aborrece.
Entonces haré de tu espera mi victoria y olvidaré el llanto para alzar la gloria, conservaré el temple con tus dudas, y toditos tus besos en mi frente, y al fin serás un héroe con mis huesos, mi dolor y tus laureles.
Te ganaré la guerra que me has librado tantas veces… Pensarás que soy la mala suerte que persigue tu coraje; que soy la sombra cosida a tu espalda, el enclave asiduo de cualquier engranaje, la red que busca en tu cuerpo un tamiz para el alma, la que deja en tu puerta la calma con piedritas de azúcar y lacitos de escarcha.
Cuando la hora te llegue pensarás que con tu copa de vino será un sólo trago la muerte, yo estaré para pelearte consciente hasta que el grito en mi boca se eleve que es toda grave con sus notas suaves y su estertor de sangre. Sabrás entonces que tus palabras duras fueron las piedras para tapiarme… Y tu paso apremiante ascenderá por mi cuerpo que entumece sin clamor desierto mudo el mundo… Mi pasión por ti se batirá sola, estaré despierta, extenuada, sin espanto espantable, con un silencio que exhala el vapor de la lluvia… No seré ala, ni ave, ni habrá fechas de muerte…
y te quedarás sólo sin quererme y yo sin ti como siempre.