Se presentó una sensación de vacío, mi interior se agazapó hacia el tuétano de mis huesos y comencé a invadirme de azoro. No alcanzaba a comprender por qué de un momento a otro me invadió esa sed de ti, me preguntaba si tú saciarías mi desesperación de encontrar tus manos sobre las mías, de sentir la luz de tu mirada en mis ojos que se empañaban de la neblina que salía de ellos después de verse condensada.
Paradójicamente, ese escurrimiento que bañó la superficie de los espejos de mi alma me pudo confirmar que sólo tus palabras, eran las que representaban consuelo, en la desesperación de verme aislado en esa isla inscrita de aquel desierto de la soledad.