Dime que memorias guardas.
Dime las anécdotas que me he perdido.
¿Has visto tantos colores como yo? ¿Has experimentado la suavidad de la hierba entre tus yemas o la brisa salina en tus mejillas?
¿Tú también te has perdido en esos cálidos y fríos ocasos, que inevitablemente me recuerdan a ti?
Oh, de verdad que lamento que no puedo decirte siquiera una guasa porque sé que otra vez la incomodidad nos haría compañía, como todas esas veces en las que nos hemos cruzado.
Pero si pudiéramos ignorar la realidad un íntimo segundo, te diría mis anécdotas y mis secretos.
Que quiero estar en tu pensamiento.
Que quiero monopolizar tu aire, mientras tambaleo los pies buscando excusas para quitarte el tiempo.
Y, sueño con reír a tu lado o enfurruñarme falsamente por un comentario tuyo, cuando en realidad mi corazón late desebocado y las mariposas hacen fiesta en mi estómago.
Quiero decirte todas esas pequeñas cosas que sólo el divino entiende y son tan absurdas.
Quiero compartir estos tontos sentimientos de felicidad contigo.
Admirar tu belleza infantil y pretender que el tiempo es nuestro.
¿Podré contener el deseo de tocarte?
¿Podríamos llenar los vacíos con promesas ingenuas?
Estúpidas ideas. Es lo que son. Ideas del tráfico y el ocaso.