Nací con la brisa madura del hombre que busca,
y la mano suave de la mujer que ama.
Al lado de la costumbre que pasa cerca,
y pertenece lejos.
Crecí en mi propio suelo:
sueños míos; cantaban…
Desterrando rutinas,
acechos,
regresando siempre: canciones…
Un día despedí a mi risa,
con la herencia de su mano,
y dejé al silencio,
venir por mí,
lo abracé,
para nunca soltarlo.
Deambulé en mi carne,
y encarcelé mis nubes…
Una vez más volví a nacer,
junto a su brisa un poco más cansada,
y seguían manchas de costumbres,
y de vez en cuando despertaba,
tocaba en el corazón,
y ahí estabas,
donde siempre voy,
que deseo sentir tu mano,
mamá.