Las ganas me faltan, el dolor me absorbe, se me acaba el aire. No estoy en México ni tengo algún familiar en desgracia, pero desde el primer momento que me enteré del temblor, me sofoqué.
La impotencia es inevitable, quisiera tener lo suficiente para enviar o viajar para ayudar. Solo de imaginar a tanta gente sorprendida por este terrible desastre natural me ahogó. Tantos niños.
Hoy quisiera que el reloj no avance, que la noche no llegue, que todas aquellas personas atrapadas encuentren salida.
No es momento de reclamar, ni de culpar. Es hora de apoyar y sumarnos. Si buscamos un pretexto para no ayudar lo haremos, hay que confiar.
Me falta el aire... me duele el corazón, mi gente; mi México.