Noche tranquila, poco viento y el mar relajado. Mi móvil me vibró con tanta fuerza que me asusté, me pregunté: “¿quién coño me habla a estas horas?” …
Aunque mi cuerpo no estaba del todo preparado, ese momento fue clave para poder escribir estos párrafos... Mis ojos tardaron en enfocar la notificación del dispositivo, era un “direct”, si un mensaje de Instagram, evidentemente no dudé en responder. Era una chica, rubia y de ojos chocolate, las primeras fotografías de su perfil no me parecieron muy descriptivas, así que seguí bajando… ¡hasta que encontré la perfecta! Alma y corazón se fundieron tras ver ese rostro.
En fin, todo el mundo sabe cómo continúan estas historias, pero la mía es un poco distinta a las demás, no mucho... bueno si, un poco... bastante, dejémoslo aquí. De hecho, todas son distintas, todas guardan un secreto dentro de ellas y la nuestra no era una excepción.
Esa noche se me hizo corta y larga a la vez, larga porque fue un suceso que no me esperaba, y corta porque mi corazón palpitaba a una velocidad descontrolada, y todos sabemos que estos sucesos te hacen perder la noción del tiempo. La verdad es que esa noche ya era familiar en mi universo, ya había sentido una vez esos mensajes que se leen con el corazón y no con la mente, y lo recordé. Fue un punto desquiciante, decidí acabar la conversación con un “buenas noches”, y ella se molestó a darme un beso (evidentemente en forma de emoticono), y por culpa de eso rompí a llorar… En mi mente llegó tanta información que tuve que dejar algunas lágrimas para que pudiera caber toda ella.
Sí, como ya he dicho ese suceso ya era familiar en mi universo, esa historia era repetida, como si de una trilogía se tratara. Mi corazón fue roto ya dos veces y no creía que pudiera aguantar otro golpe, y todos ellos con el dichoso Instagram y por la necesidad de encontrar una persona que te entendiera y te supiera dar eso, sí eso, eso que es necesario, pero nadie lo entiende… el amor, eso que se odia cuando no lo tienes y se ama cuando lo vives. Yo ya sabía perfectamente que ella no era una buena opción, no quería volver a estar encerrado en mi habitación por tener el corazón roto, muy propio de mí. Siempre me han dicho que vivo las cosas con pasión, que lo hago todo hasta quemarme por dentro, así que decidí no coger el tren y dejarlo pasar, o eso pensaba hacer.
Noche húmeda y nostálgica...
Si de verdad dejé ir ese tren no estaría escribiendo ahora mismo, miré los horarios de la misma estación y cogí el siguiente. La razón era clara, quizás no rígida pero suficiente para demoler mi camino y reconstruir otro. Antes de decidirlo ella me habló más, cada vez me gustaba más, y claro, también me dolía más. Pero antes de que decidiera ir a por ella, afirmo de manera indirecta que era imposible. Para que me entendáis, ella estaba a 227 kilómetros de mi… ¡en una isla además! Ahora os podéis estar riendo de mí, y os entiendo. ¡Era una señal más de monotonía, era imposible que eso funcionara! Pero la sorpresa se disparó, recordé que en unas semanas mi familia organizo un viaje, un viaje para ir justamente donde ella se encontraba, y os puede parecer absurdo, de hecho, a mí me lo pareció. Yo era de una familia conservadora y cómoda, de hecho, solo hicimos un viaje toda la familia junta, y que justamente en ese instante lo quisieran volver a repetir y además en ese sitio… me puse a reír. Me pregunté a mí mismo “¿Porque no coger el tren?”, ahora encontraba diez mil y una razón para querer ir a conocerla, porque era una chica que me encantaba, desde su moño dorado a su manera de ser, evidentemente me lo pensé, seguí hablando y hablando con ella, cada palabra que escribía se me ponían los pelos de punta…
Y es que todo encajaba, lo único que no deseaba seguir con eso era mi corazón, ya estaba harto de esas mentiras, que si me dejan plantado en la calle, que si ahora ya no me gustas por tu manera de ser… sí era evidente que algo dentro de mí no lo quería hacer, pero dentro de todos hay una pequeña magia que detecta las personas que deben acompañarte y las que no, entonces es cuando entregue tejido a tejido de mi corazón por una última oportunidad.
En unas semanas ya estaba en el barco, rumbo a un destino que desconocía, me miré al espejo del camerino y recé, recé por todo lo que podía salir mal.
Miedo, mucho miedo…
Después de tres largos meses…
Noche movida, poco viento y mar alterado. Estaba yo tendido, rendido después de un día bastante agitado, pero no me podía quejar… ella estaba a mi lado, sí, después de ese viaje con mi familia que ya hacía tres meses que se produjo sucedieron muchas cosas, intentaré explicároslo con claridad y buen ritmo, porque la situación era interesante…
Ella y yo encajamos a la perfección, estábamos fundidos, descontrolados por el amor, pero siempre con una brújula que nos guiaba y que nos redireccionaba hacia el buen sentido. Y es que parece mentira, nunca pensé que eso fuese un problema. Nuestra cabeza estaba llena de buenos recuerdos, desde acabar en el suelo juntos por culpa del alcohol hasta estar escalando un árbol para recuperar las llaves de casa, uno lo daría todo por el y así a viceversa.
Ya habíamos tastado esa mala sensación, pero la descuidamos, ya sabíamos que por delante teníamos a ese monstruo acechándonos, pero lo ignoramos, lo ignoramos porque estábamos hartos de los problemas que se nos presentaban cada día, queríamos simplemente disfrutar uno del otro hasta aburrirnos. Si pensáis que ese problemas (o monstruo como lo queráis llamar) tenía algún tipo de solución… estáis equivocados, se trataba de la distancia, para que me entiendas mejor básicamente es la palabra que más miedo me proporciona.
No se si ella lo notó, no lo se si ahora lo está notando, pero es que estaba loco por ella, necesitaba estar a su lado, tenerla cerca me proporcionaba una calor que me hacía sentir seguro de mi mismo. Yo siempre he sido un chico tímido y con una autoestima muy baja,pero con ella era a la inversa. Me hacia bajar de mi nube negra y así poder apreciar este magnífico mundo en el que vivimos, y es que le había dado sentido a este juego. Siempre he pensado que la vida se trata de un juego, un juego donde las cartas son las protagonistas, tu no eliges tu baraja, pero si decides como jugarla, con inteligencia o con descontrol, con disciplina o con rebeldía, con pasión o de manera desganada. Y ella me daba ese sentido para seguir jugando con las mejores cartas, pero como ya he dicho el problema no tiene solución y solo faltaban unas horas para afrontarlo.
Antes de dirigirnos al aeropuerto, fuimos a grabar nuestro amor en un parque, decidimos grabarlo con pintura roja, y lo hicimos juntos, fundidos en ese mensaje donde ponía:
“Odiaré el tiempo para siempre”
Y es que lo odio mucho, muchísimo, lo odio básicamente porque no lo puedo controlar, no se puede controlar y me proporciona mucha rabia. Hablaréis de que suena estúpido, pero si se podría controlar este odio se extinguiría, poder estar en el momento que quisiera con ella entre mis brazos… no hay sentimiento. Y así hicimos los dos, nos prometimos que odiaríamos el tiempo hasta que lo pudiéramos controlar, pero hubo algo mas que ella me quiso decir… Sentí que lo decía con todo su corazón, lo entendí porque lo decía mientras ensuciaba mi camisa de lágrimas, no, no eran unas lagrimas que ensuciaban al caer. Algunas las limpiaba, pero otras las dejaba caer hasta el suelo, hacían una gran travesía, desde su castaño ojo hasta el suelo quizás había unos 165 centímetros, y es que quería que subsistiesen, quería apreciar su cara destrozada aunque no me gustaba verla triste, nunca ningún ser vivo había llorado de esa forma por mí culpa.
Llegó el momento del adiós, un adiós que podría durar meses, meses y muchos meses, muchos. Era un día que nunca se olvidan, de hecho no se me ha olvidado ningún día junto a ella todavía, y creo que tardare unos años, se podría decir que fue un día de compromisos. Apunto del embarque nos abrasamos hasta hacernos daño y es que no queríamos alejarnos otra vez, otra vez… Juramos los dos que habría tercera vez, que volveríamos a estar juntos para devolverle el sentido a esta vida, y es que si ella se iba, el sentido del juego también, y la dejé ir… los dos empapados de lagrimas pero sabíamos que nuestro amor era lo suficiente fuerte para superar cualquier muro…
La distancia:
Y esta es la parte dura de la historia, donde no quería llegar desde un principio. Ahora es cuando sale la famosa frase que dice: “es fácil decirlo”, y es que las promesas al principio las tomamos como un juego, pero cuando las tienes que jugar todo se vuelve demasiado complicado. Y los días van pasando pero cada noche se vuelve mas húmeda que la anterior, y es aquí cuando pienso si lo que viví con ella valió la pena por lo que estoy sufriendo, la respuesta es simple pero dura… Evidentemente doy las gracias por haber encontrado a esta magnifica persona que me ha hecho vibrar, pero la monotonía vuelve y no se si estoy del todo preparado.
Esta situación es la que cogió mis manos y no las dejó hasta acabar de escribir… No os miento, ahora mismo tengo muchísimo miedo, demasiado, tanto que no se como reaccionaré dentro de unos días, pero lo único que se es que hay una persona a unos 227 kilómetros que fue feliz gracias a mí, y que ahora mismo debe de estar pensando en mí como yo en ella.
Ya me han pasado muchas cosas para dudar, pero sigo diciendo que el juego ya no tiene sentido sin ti, dejaría de jugarlo solo por estar unos minutos contigo pero no es justo, tú y muchas personas también lo sufren y ellos no ceden. Esta es la consecuencia que debo vivir por seguir a mi corazón y no a mi cerebro esa noche, pero no me arrepiento ni mucho menos. Todos mis pensamientos ahora se basan en ti, algunos me hacen llorar y otros… en fin todos me hacen llorar pero mientras unos van acompañados de sonrisas, otros acaban con esas lágrimas que dejamos ir en ese pequeño aeropuerto.
Te necesito a mi lado ahora más que nunca porque estoy perdido… perdido sin saber que hacer, lo único que quiero es que no me olvides y sigas mi locura hasta el final...
Autor: Víctor Pla (España, Barcelona)