A un año de tu partida. Si, a un año de sacarte de mi corazón, de mi mente y olvidarme de que solo tu acariciabas mi piel...
Un torbellino de sensaciones me aclamaban y rodeaban mi mente, como cual buitre a su presa, a su carne.
Las dudas carcomían mis sentidos y elegir una opción, resultaba algo titánico. Un combate, un mano a mano...
Quisiera hacerte sentir todas esas cosquillas en tu pancita, como cuando nos conocimos, como ese día en que no sabíamos como hacernos el amor y sencillamente, dormimos juntos, enredando nuestros cuerpos como un nudo para el alpinista. Y luego, tormentas, oscuridades, mentiras, frialdades, pasión y lujuria, habíamos sido un lazo adulto, no uno joven como cuando comenzamos a recorrer el campo bajo la lluvia y una nube gris... Era entonces, un compromiso.
A un año, creo firmemente que podríamos regresar, y sé además, que serías muy feliz, que sin lugar a duda, me llenarías de ratos alegres, llenos de placer y aunque con dificultades, podríamos volver...
Pero, hay algo en mi corazón que me grita que no, que no vuelva, que estar sola me haría bien, conocerme, disfrutar de una paz interior que por muchos años le he negado a está pobre alma que encarecidamente me grita: ¡Sé feliz como quieras ser! Ahora es tu turno.
Mi amor primero, mi dulce adolescente que entre mis brazos en hombre se volvió, quiero decirte que siempre tendré en mi interior un amor infinito, un amor por ti que te respeta y te admira, un amor que se convierte en un confidente, sin juicios ni preguntas.
Quedáte junto a mí, en la distancia.
¡Gracias!