Tengo miedo, tengo miedo de perderte, miedo de que llegue el día en que me digas adiós, sueltes mi mano, me des la espalda y sigas tu camino sin mí. Aquel día contemplaré tu partida, recordando bellos momentos mientras te alejas; al mirarte por última vez, recordare la primera vez que tus labios besaron mi boca, una suave brisa recorrerá mi piel e imaginare tus manos en mi cuerpo, haciéndome estremecer, mis ojos verán desvanecer tu silueta a lo lejos mientras de ellos brota llanto, inevitable muestra del dolor que sentirá mi alma por tu ausencia.
Mientras sigues tu camino, con suave y pausado andar, espero te detengas por un instante, mires hacia atrás, sonrías una última vez para mí y guardes el imborrable recuerdo de aquella mujer a quien, sin imaginarlo, hiciste el ser más feliz del mundo, porque gracias a ti, a tu ternura, a tu esquiva entrega, a tu manera de amar, conoció un bello lado de la vida, que hasta el día en que te conoció, era un misterio. Lleva un hermoso recuerdo de mi en tu mente y en tu corazón, olvida mis errores y tropiezos, no me recuerdes llorando tu partida, recuérdame feliz, con aquella sonrisa en mi rostro que se dibujaba en cada uno de nuestros hermosos e inolvidables encuentros.
Quisiera que jamás llegara ese momento, pero es imposible negarme ante la realidad del camino que elegí, tan sólo quiero que tengas siempre presente que aunque pase el tiempo, tu ausencia no será motivo suficiente para acabar con lo que siento por ti y nunca olvides que tu lugar en mi corazón, jamás será ocupado, porque cada uno de los días de mi vida rogaré a Dios que regreses a iluminar mi mundo con tu luz.
La vida es un gran y hermoso regalo de Dios que tenemos que desenvolver a cada paso que demos y no como un niño pequeño que rompe el papel, estropeándolo sin saber cuánto costó envolverlo
Colaboración de Celeste
Colombia