¡Qué bellas sois, florecillas que campáis donde nadie acampa!
Qué bellas y delicadas. Hermosas.
Allá donde estáis os acaricia el viento,
que parece que os lleva a otro lugar.
Allá donde la libertad quiere que estéis.
Donde estáis.
¡Qué bellas sois, mis flores, flores hermosas!
Flores siempre ahí. Siempre estando. Bellas.
Por vosotras pasa la noche, con su ceguera.
Y os hace desaparecer. ¿Dormís, mis bellas, entonces?
Vosotras lo sabéis. La luna también. Que vigila al lobo.
¡Qué bellas sois, mis flores amadas, reinas del campo!
También cuando nade no os ve. Igual que si nadie os viera.
Hermosas.
¡Qué bellas sois al viento, mis amores, que os quiere desnudar
de vuestra belleza para haceros suyo! Y apenas lo consigue...
ya os está vistiendo el sol de colorido.
¡Qué amores míos sois, mis bellas! Os amo. Os como.
Sois preciosas en ese campo libre donde respiráis con el viento
como compañero. Y allá yacéis. Siempre allá. Lejos.
Tan lejos y tan aquí que puedo oleros. Y pasar mi mano por encima
de vosotras imitando al viento. Que es el director de orquesta.
Que puedo sentiros. Y pasear mi vista por encima de vosotras,
imitando al sol...
...el pintor que os alienta.