Dile a la Luna, que se oculte,
que no quiero ver la sangre,
derramada de Paquirri sobre la arena.
La Luna de par en par,
caballo de nubes inquietas,
mientras la plaza, gris del sueño,
con Sauces en la barrera.
El recuerdo de Paquirri,
se quema, avisad pues,
a ¡Isabel!
con su blancura pequeña.
La vaca del viejo mundo,
mientras tanto, pasa su triste lengua,
sobre un hocico, de sangres derramadas,
en el Albero del Coso Taurino.
Aquella tarde, los toros de Domech
casi muerte, y casi piedra,
mugieron, a las cinco de la tarde,
sobre los llantos, de viejas plañideras.
Pues por las gradas, se lo ve subir,
a Paquirri, con todas sus muertes a cuestas,
buscando su figura,
entre negruras, de muerte.
¡Avisad pues a Isabel! Corred, con su blancura pequeña.
Colaboración de poeta urbano
España