El ñandubay viejo
partido en decenios,
espera el ocaso
en manos de un leñador.
Su mitad es muerta naturaleza.
Su orgullo el renacer
en cada lluvia de enero.
Aun su piel él ansía de lucir verdes brazos
No le teme al hacha,
sólo al abatir de la espera.
Antes de morir al yugo del hachero
o ser madero de calor en leño de hogar
o pútrido mástil de campo
o rueda de carreta olvidada.
Fortalece sus entrañas,
se hace duro antes de ceder al espanto.
La aridez lo arruga.
Está sediento de río.
No implora ni canta alabanzas.
Su madera noble es corazón de esperanza.
Aguarda de pie,
con altivez y orgullo.
La frente mirando a la vida.
Sus ojos apuntan al cielo
sin plegaria de credo,
que otro rocío de enero lo moje
y otro milagro renazca.
Ramas a los aires y respira,
con los pulmones verdes de esperanza.
Barre su moho de herrumbre,
asoma un retoño y clama al aire.
que renazcan nuevos hombros y
derramen sus brazos expandidos
la original imagen del alto vegetal,
amaneciendo con los mástiles libres
y la cobija que abrace una nidada
de los pájaros huéspedes del aire.
De naturaleza
Colaboración de Ricardo Álvarez
Argentina