Esta noche la reina del esplendor
se vistió de plata,
se vio más radiante que la luz del sol
con su corona escarlata
Lució cuan primorosa doncella,
estática en suspenso en la infinita bóveda celeste,
más linda que todas las estrellas,
como ciclo de oro, más intensa que los arreboles
Presume su hermoso destello, en la mar,
con su diadema de fino carmesí,
coquetea en el ancho espejo de cristal
y sobre el agua escarcha el corindón rubí
Que despierta al oriente al rayar el alba
y duerme al poniente en medio del crepúsculo al declinar
preciosa como gigante perla esculpida,
su fulgor descubre la silueta de la náyade de un manantial.
Este poema va dirigido a todos aquellos que aprecian la poesía, sobre todo los que contemplan la Luna, una de las tantas maravillas que Dios creó.
Colaboración de Maresther
Nicaragua