Le tengo miedo a tu recuerdo,
y es un miedo que jamás podrías imaginar.
Solo una cosa te pido,
si vienes que sea para quedarte
y para que puedas convencerme de que sí me puedes amar.
Aún nada te creo y en el fondo tengo miedo,
tengo mucho miedo de que sigas con tus viejas costumbres
y me hagas lo mismo que me has hecho siempre.
Vienes me enamoras, me confundes y te vas.
Te vas sin ningún dolor, ningún reproche,
porque ni siquiera eso te pareció importar.
Le tengo miedo a tu recuerdo,
porque cada vez que tú me llamas
pareciera el frío del más melancólico de los inviernos,
un frío que me ahoga el alma.
A perderlo todo estoy dispuesto, aunque nada tengo ya.
Sólo me queda la mala gramática
y unos desafinados versos,
porque mi soledad tampoco me ayuda para escribir poemas,
ni mucho menos sonetos.
Ahora solo soy un eco,
un eco mudo que se ahogó en tu garganta.
Esta vez el tiempo ya no es nuestro,
ya nada como antes solíamos planear.
Pero si vuelves y después te vas de nuevo,
una petición sí me debes respetar,
cuando te vayas, llévate todos los recuerdos
y te llevas también las promesas olvidadas.
Las que me quedo son las que entre los dos matamos
al dejarlas caer al suelo,
después de los desacuerdos y las peleas
que causaron desgarros en mi voluntad y tu falta de sinceridad.
Cuando de mí te vayas, que te quede muy claro
que cuando quieras, puedes regresar.
Pero cada vez que conmigo regreses
que sea sin recuerdos ni reclamos
y porque vienes dispuesta a aceptarme así, como soy tal cual.
Que no tienes nada que cambiarme,
solamente herirme la otra pierna
para que hacia mis sueños no pueda yo caminar.
Y si dejar de soñar quieres que deje, eso muy fácil será.
Solo engañarme diciendo que me quieres,
ven a mí y luego desaparece
y sin mucho esfuerzo lo conseguirás.
Ya no quiero ni querer, ni que me dejes,
el amor se convirtió para mí en un dolor de muelas
desde que te adueñaste de mi voluntad y mi coraje,
para convertirme en esta puta vida en un bohemio más.
El monigote que te queda a la medida,
y que no importa que tan grande llegue a ser tu mentira,
para mi será la única verdad.
Y no es que acepte yo de amor limosna,
es simplemente que por complacerte
yo renuncio a mí, a la música, a mis letras,
solo poderte respirar.
Por saber que soy yo quien te causa una sonrisa,
me borro la cara, me visto de niño,
renuncio a los dulces y a todos libros.
Siempre has detestado que yo escriba,
sin considerar siquiera que es mi forma de decirte
lo que siento sin herirte y sin que me oigas.
Y por saber que te puedo hacer feliz de nuevo,
renuncio al desahogo que practico
y renuncio mi cielo pintado violeta.
Pero el azul del cielo no lo suelto,
no sin antes asegurarme bien el llanto
y saber que esta vez no quedará mi alma
por tinieblas vagando y que pueda yo sentir
que de este amor que profeso ya no quede nada.
Le tengo miedo a tu recuerdo,
porque a mi voz le pone emboscadas,
cuando de la nada me preguntas que si te quiero.
y me tienes como quieres que hasta mi sombra desmaya.
Le tengo miedo a tu recuerdo,
porque como fantasma en cada pensamiento mío,
un abrazo de ti me reclama.
Volveremos a vernos, no podría decirlo,
pero mejor será que a tus pies me despedazara
a morir lentamente en tus recuerdos
que cada vez que ganas tienes
haces de mí lo que se te viene en gana.
Le tengo miedo a tu recuerdo,
porque mientras siga en mí,
no te podré sacar de mi alma.
El recuerdo pesa más que la melancolía.
Colaboración de Judas Nijagh
Estados Unidos