Me hice mayor cuando más pequeño era,
me desperté en el olor quemado de la leña,
también sufrí golpes como tú,
aunque los míos, no te los cambio por nada.
El día señalado llegó,
y lo entendí.
La vida la entiendo, pero, ¿la muerte?
Quién es capaz de entender esa desdicha,
malévola, feroz, fugaz y caprichosa niña de papá.
Pues hallé la respuesta:
No es sino parte de un aprendizaje,
que pasa para obtener un buen linaje,
una guerra en la que no vale el coraje,
una farsa, una noche, un brebaje.
Si todos los amos y señores,
vienen a mí con aquellos sus sermones,
te los cederé querido amigo,
y tú los aceptas o no,
pero a mí yo, déjalo.
Este poema lo mando para todos aquellos que se sientan diferentes, somos todos diferentes y cada uno tenemos algo bueno.
Colaboración de Miti
España