La armonía de la vida se concentró en tu vientre,
Formando mi ser con tu inagotable amor de madre.
Nací bajo el manto de la tierna protección de tus manos,
ayudándome a levantarme de mis caídas con tus sonrisas.
Me acunas con tu melodiosa voz secando con ella mis lágrimas
y cuando sonrío soy yo quien seca tus lágrimas de amor.
Para ti siempre seré única, aquella que creció en tu interior,
la criatura que alimentaste con tu sangre y tus sueños
la hija por quien te sacrificaste vendiendo tus ilusiones
a la vida, a cambio de mi felicidad.
El tiempo sembró en tu cabello hermosas canas
y las arrugas van marcando bellos senderos en tu divina cara.
Madre, que Dios bendiga la inmortalidad de tu alma,
porque yo tu mortal hija sólo puedo amarte
entregándote mi corazón forjado por tu sangre.
¡Gracias por darme la vida y hacer de mí un ser especial y digna de ser tu hija!
¡Te amo madre mía!
Este poema está dedicado a la mejor madre del mundo... Valeria.
Colaboración de Rochii
Argentina