El ser humano es tan o más complejo que el mismísimo misterio del origen o incluso el prohibido tema de la existencia de Dios (por lo menos prohibido en mi casa). Cada vez que me dedico a pensar en el comportamiento errático o correcto de las distintas sociedades, salta a mí la idea de que seguimos siendo animales, fieles a complacer las necesidades que nos acogen. ¿Qué estás necesidades son ahora más complejas que sólo comer, dormir, reproducirse y luchar por la supervivencia de la especie?, en cierta forma, lo son.

Pero a lo que en verdad quiero llegar, es al punto exacto, o por lo menos el intervalo de tiempo, en que se desarrolló la necesidad de tener uno o varios Dioses. Pues, leyendo un poco, entiendo que le tuviéramos miedo a los fenómenos naturales, y por instinto, combinado por una forma de, inteligencia primitiva, creímos que comportándonos de cierta manera, evitaríamos ser atacado por los rayos, quemados por los incendios, morir ahogados por diluvios, y pare de contar las mil y un cosas que se les debieron pasar a aquellos cavernarios por la cabeza. ¿Pero no estamos grandecitos ya como para creer en esas historias?, ¿acaso miles de años evolucionando no son suficientes?

Reconozco que la imaginación es tan poderosa que puede producir sentimientos en nuestros corazones tan sólo leyendo una frase pero, de eso a dejarse llevar por toda una librería de historias con milagros, animales que hablan, magia y todo eso, ¿no es como dejarse llevar por las películas de Disney? Vemos de forma ridícula el hecho de que un chico se tire de un edificio con una capa porque se cree Superman, un superhéroe que ha inventado el ser humano, pero estamos convencidos que somos el pueblo elegido de dios todopoderoso, los que se salvaran del infierno, el castigo eterno; cosa que también hemos creado los humanos como reflejo del miedo a pagar las malas acciones que cometemos.

Por eso creo (sí, no lo sé) que Dios es una consecuencia de todos los miedos que sentimos, las injusticias que vemos día a día y las necesidades de ser aceptados por alguien, o algo. Se han instituido quién sabe cuántas religiones para suplir las necesidades crónicas que dieron origen a Dios. Estas son las que he podido listar en mis introspecciones y conversaciones con un sin fin de personas religiosas que, sin darse cuenta, me dieron estas respuestas:

1.- Desconocimiento: Simplemente, no podemos quedarnos sin la respuesta a algo. Nuestra mente nos empuja a que debe haber una respuesta, no necesariamente lógica, que calle a esa vocecita de lo, imposible, o peor aún, lo inexplicable. Entonces, todo fenómeno que no conocemos, o que no logramos comprender por más que lo estudiemos, debe de tener una salida, una respuesta. Y es ahí, donde nos rendimos y decimos, obra de Dios, Más que el miedo a lo inexplicable, es el miedo al ridículo de no saber. Atribuir lo desconocido a Dios, es simplemente, tirar la toalla,

2.- Sentido de injusticia: Esta era quizás mi preferida. Yo no podía dormir tranquilo sabiendo que, el mal, pagaba mejor que, el bien, Necesitaba saber que había alguien que se encargaba de pasarles la cuenta a aquellos que obraban mal según mi criterio, ¿Pero que era obrar mal? No era sólo hacer daño a otros, era toda persona que obrara distinto de lo que dice, la religión tal, aquel que pensara distinto, aquel al que le fuera mejor sin dedicarse a dios todopoderoso. Esa es la cruel verdad, eso era obrar mal, un sentimiento de envidia o un pensamiento distinto. El paraíso es para aquel que obra bien (yo), y el infierno para todos los demás. Como me dijo un testigo de Jehová una vez, ser bueno no basta, hay que adorar a Dios sobre todas las cosas, y quien no lo haga, se irá al infierno,

3.- Egocentrismo: Quizás deba ser la primera, pero quise iniciar con dos suaves antes de entrar en este tema delicado. No soportamos ser ignorados, menospreciados o, nulos, En esta sociedad hipócrita y materialista en la que vivimos, es muy fácil caer en ese puesto. Necesitamos sentirnos aceptados en algún lugar, y bajo los ojos de Dios, hermanos, todos somos perfectos, De aquí se agarran las religiones, ¿Quieres sentirte parte de algo grande, importante? pues, sigue estos ridículos rituales, balbucea estas palabras, no reproches nada y tendrás por seguro un lugar entre los salvados -¡Aleluya!-. Es tan efectivo como fumarse una buena hierba, sólo que más caro. Pero lo mejor no es sólo sentirse especial, es tener el derecho, no, el deber de menospreciar, criticar y excluir al que no pertenezca a esa religión; mejor aún, a aquellas personas que te hacen mal, que son mejores que tú, que lograron con poco lo que no has logrado con todo el sacrificio del mundo. Es eso quizás lo más placentero de todo, saber que ellos se irán al infierno, ¿o no?


Por satisfacer esas tres necesidades es un pequeño precio el que hay que pagar: rituales, oraciones una y otra vez y quedarse calladito. Además de pagar todo el dinero que tienes que pagar en algunas religiones, renunciar a la razón, y creer que una serpiente le dijo a una mujer que comiera de una manzana, que Dios mató a un montón de gente por amor, que tuvo un hijo y su madre era virgen, y que aunque la biblia como la conocemos se creó en un concilio por un emperador romano y pagano 300 años después del nacimiento de Jesús, las fechas y los hechos son tal cual como se expresan. ¿Por qué no concentrarnos en los mensajes que tienen esos libros?, como por ejemplo, amar a tu prójimo como a ti mismo, no robar, no matar; pero no hacerlo por ganarnos el cielo, por ser hipócritamente miembros de una u otra sociedad, sino por el bien de la especie humana. Dejar de ser cristianos, evangélicos, mormones, musulmanes, etc. Y empezar a ser humanos, luchar por el bienestar de todos por igual, por el progreso de nuestras generaciones futuras, por dejar un planeta limpio, una educación digna, unas leyes claras para todos, una vida de verdadera PAZ. ¿Por qué no traer el reino de los cielos a la tierra?, ¿Por qué esperar a morir para por fin sentir paz, cuando podemos traerla y dejarla para que nuestros hijos la puedan disfrutar también aun cuando ya no estemos aquí?

Porque preferimos matar en el nombre de Alá. Porque es mejor rechazar lo desconocido que aceptar que no entendemos todo. Porque importa más mi bienestar que el de los demás. Porque somos egoístas y queremos la salvación para unos pocos, y el infierno para todos los demás. O mejor aún, porque mientras exista Dios con su infinita misericordia, y nos perdone cada, pecado, que cometemos, podemos silenciar nuestra conciencia y seguir por el camino en el que anduvimos. Al fin y al cabo, lo que importa es comprar a Dios y llegar al cielo, ¿no?

Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que aman al señor.

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Colaboración de Gerard
Venezuela