Cada hecho, cada evento que haya pasado, cada cosa que hayas vivido tiene un infinito número de componentes.
Está ubicado dentro de la línea del tiempo en un momento exacto. En ese momento estaba uno con todo lo que uno trae.
Ese hecho está ubicado en un espacio, un lugar, el clima que había en ese momento, el color del cielo, la forma de las nubes, el ruido de los autos o el silencio.
Ese hecho, como todos en la vida, es único e irrepetible y cada uno de los aspectos que lo componen es único.
Contar un hecho, algo que haya sucedido es imposible, las palabras no pueden reproducir todas sus circunstancias infinitas.
Contar un hecho es entonces, limitarlo. Pues no sólo no se pueden contar todos los aspectos externos que son infinitos, sino tampoco podría contarse todo lo interno.
Ante un hecho, en cualquier momento de nuestras vidas son millones las cosas que pasan por nuestra cabeza, la cantidad de sentimientos que componen ese conjunto, el estado de ánimo, las energías que circulan por nuestro cuerpo...
Mi mundo es intenso: una charla, una caricia, una mirada, unos mates en una plaza, un café con un amigo, pueden ser un universo. Todo es tan rico, tan inmenso que a veces sentir tanto se vuelve insoportable.
Escribir sobre algo es justamente encerrarlo en las palabras, sacar de adentro todo ese universo y limitarlo. Transformarlo en algo finito y por lo tanto, perecedero...
Destruyo un pedazo del infinito que corre por mi alma al escribirlo y lo traigo al mundo de lo mortal. Al darle determinada forma, determinada estructura pasa a ser sólo eso y no una cantidad gigante de cosas en las que rebuscar.
Habíamos dormido muy poco, quizá dos horas. Nos despertamos ya tarde y nos retrasamos aún mas porque nuestros cuerpos eran imanes y por más que sabíamos que era tarde no podíamos resistir la atracción. Apenas un roce bastaba para acariciar, y llegaba un beso. Los brazos nos rodeaban y nos fundíamos, como si desapareciéramos, como si sólo fuéramos uno. Las manos empezaban por recorrer la espalda y ya estábamos entregados, imposible que uno resista al otro.
Miramos el reloj y cómo siempre era tardísimo y todavía no te traías la ropa del trabajo a casa,
todavía no había un cepillo de dientes en mi baño
todavía nada pero ya estaba todo,
apenas unos quince días después de conocernos.
Salimos corriendo, buscamos la chata en el garage y volamos.
Escuchando los redondos me prendí un porro. Me preguntaste cómo podía fumar a esa hora y yo era una reacción atómica de energía, necesita bajar un poco porque estaba tan bien que hubiese podido arrastrar al mundo conmigo.
No puedo, ya lo dije, no puedo explicar el universo que sucedía adentro mío en ese momento y es una pena convertirlo en esto tan chiquito, pero es necesario que así sea, es necesario vaciarme.
Teníamos que ir hasta tu casa para que te cambies y volver al trabajo, estábamos sin dormir.
Me contaste después que te morías de sueño, entonces te tirabas en la cocina y dormías unos minutos... Y los muchachos del trabajo, que no sabían nada se reían y bromeaban al respecto.
Era tan lindo ser culpable de esas cosas, ser culpable de hacerte bien... Te imaginaba ahí desparramada, con el pelo sobre la cara, con tu pico de pato que siempre ponés para dormir.
Alguna vez tu chiquita me contó... Me contó de la primera vez que salimos, que vos estabas en tu casa tan contenta, y cantabas y ni sabías que ponerte e ibas y venías y ellas te miraban y te veían reir, y bailar entonces te peguntó. Voy a salir con un chico que me gusta, le contaste.
Cuando ella me contaba esas cosas, de la madre hablando de mi tan contenta yo me inflaba... Parecía que iba a explotar... Cómo me gustaba hacerte bien...
Esa mañana nos paró el semáforo de la esquina de tu casa, y yo ni pensé, aunque de alguna manera ya sabía todo lo que nos esperaba. Te miré, apagué la música, te di un beso y te dije:
querés ser mi novia?
Y a la mierda con ese pedazo de infinito...