Me quedé esperando por ti,
para ver tu sonrisa angelical
para saber qué tan grande eran tus ojos
tu nariz y tu boca.
Me quedé esperando por ti,
porque quería conocer cada detalle de ti
y necesitaba que me enseñaras
el significado de un seguro y cálido abrazo
te aseguro que corrí
para disfrutar en primera fila
la magnífica obra que me ibas a presentar.
Y esperé,
pero la oscuridad y el silencio
interrumpieron ese tiempo que resultaba perfecto
y mi espera se comenzó a fracturar.
Salí a buscarte porque tenía miedo
pero las puertas se atascaron,
me monté como pude en aquel escenario
y una ola de luces rojas
acompañadas de llantos y gritos desesperados
me obligaron a retroceder.
Al mirar atrás vi que todo mi entorno había cambiado
y allí estabas tú, sentado en aquellas butacas rotas
y con una mirada marchita,
grité como pude para que observaras que yo estaba allí
pero tu espera era más larga que la mía.
Perdóname,
entendí tarde que el actor principal de la obra
que no pudo comenzar era yo.