Con pasos lentos se dirigió a la casa del sabio grillo que vivía en las orillas de un riachuelo, rodeado de flores silvestres y pequeñas rocas. Su cuerpo gordo y anillado no le permitía avanzar. Camilo la oruga ya se sentía fatigado y cansado de esa manera de vivir por eso decidió visitar al sabio grillo.
Cuando estaba a punto de hablar, el Grillo dijo: ¿Qué quieres joven oruga?
Camilo: ¿Joven? Yo no me siento así- respondió.
El Grillo tocó sus antenas y aseveró: por lo que veo ya estas cansado de ser oruga.
-Sí esa es la verdad, prosiguió Camilo, los quinces días de mi existencia ha sido largo sobre la tierra, cada vez que crezco vuelvo a mudar la piel- comenzó a decir Camilo con voz angustiosa y quejosa. Las piedras a veces lástima mi piel y lo peor que los otros insectos se burlan de mí.
¡Mmm!- dijo el Grillo como sí ya conociera lo que Camilo la oruga buscaba. Entiendo, no solo tú has venido aquí para que les diga cuál es su destino sin embargo quisiera saber ¿Cuál es tu sueño joven oruga?
Camilo quedó en silencio y no porque no supiera la respuesta sino porque ya lo había pensado durante muchas mañanas iluminadas por el sol y rodeado de nubes.
Bueno, señor Grillo lo que quiero es lo siguiente: ¡quiero tocar las nubes y dormirme en ellas! ¡traspasarlas de un lado a otro! ¡dejarme caer en las flores cuando llega la noche y por la mañana alimentarme de sus dulces néctares! ¡y cuando llegue el final de mis días quiero ser parte del aroma de las rosas! Luego de decir todo lo que aspiraba con suspiros y ojos agrandados, Camilo bajó su mirada y agregó: pero no sé cómo.
El Grillo se quedó impresionado del ambicioso sueño que tenía Camilo; pero en su interior ya sabía cuál era el costo de ese gran anhelo por lo que decidió ser directo con él.
-Para hacer ese sueño realidad debes saber que solo una oruga valiente, segura y sin miedo puedo lograrlo, porque el camino que debes emprender es duro y despiadado. Si logras pasar esa ruta llena de obstáculos, alcanzarás tu sueño de ser una admirable mariposa monarca.
Camilo solo se acercó y exclamó: ¡dime! ¿Cuál es el camino? ¿Qué debo hacer?
Debido a la firmeza de Camilo, el Grillo le respondió: tienes que cruzar el riachuelo y luego de cruzarlo, verás un único árbol que no tiene nada de hoja en sus ramas, solo cuelgan de ella unos pequeños frutos verdes. Alrededor de él hay jazmines y claveles, pero en lo más cercano hay el surco de rosas más rojas, apasionadas y olorosas de la región. ¡No hay otras rosas como ellas! Son capaces de enamorar el corazón de cualquier doncella. Indicó el Grillo. Pero también añadió una advertencia: tienes que subir al árbol y construir tu capullo en la rama más alta de allí y esperar durante nueve o catorce días, lo que la naturaleza diga eso se hará y hasta entonces tu sueño será real.
Camilo dejó la conversación y no perdió tiempo. Esa misma tarde emprendió el viaje. Cruzó con dificultad el riachuelo porque la corriente trataba de llevárselo pero logró pasar. Al pasar la orilla, distinguió rápidamente el árbol y se dejó llevar por la emoción pero cuando estuvo frente a él, se asombró y se decepcionó. El árbol era inmedible e inalcanzable para su diminuto cuerpo pero recordó lo que lo llevó hasta allí.
Saludó a las flores y comenzó a escalar. La piel se le desgarraba con la dureza del árbol, dudó por instantes pero vio al cielo y siguió la travesía. De repente, la lluvia empezó a caer y se deslizaba sin avanzar. Se detuvo y lloró sin parar pero decidió seguir.
Terminó la primera noche y descansó en la mitad del árbol, en un pequeño agujero que había en el costado de una rama. La oscuridad lo aterró mas y por el agotamiento se durmió.
Al día siguiente, el toc toc de un pájaro carpintero lo despertó y sin pensar volvió a escalar.
-Las nubes me esperan, pensó Camilo.
Sin darse cuenta ¡Ya había llegado! Emprendió la construcción de su crisálida y al llegar el atardecer ya estaba dentro de ella. Estando allí solo sintió calor, frío pero también dolor porque ya no será el Camilo de hace quince días.
Los días pasaban. Uno, dos, tres y hasta llegar al día catorce. La pupa se empezó a romper. El sol brillaba con candor y las flores se abrían con esplendor. Era la magia de la primavera que recibía a Camilo que yacía en las alturas dejándose llevar por las indomables olas de vientos.
Camilo ya no era una oruga, gorda y desagradable sino una hermosa mariposa Monarca que se perdía en la inmensidad de las nubes blancas y torcidas.
¡Voló y voló Camilo y nunca se detuvo hasta reposar en una rosa que vio cerrar sus alas!