De espalda estabas y sólo observaba tu pelo que como manantial brotaba y saciaba la sed de mi mirada. Desnuda de hombros a cuello mi interior susurraba que era algo simplemente bello.
Mis labios querían besar esa desnudez codiciosa de caricias maravillosas. Mi lengua babeaba al pensar en el manjar que contemplaba. Ellos se confabulaban para ver si conquistaban la diosa que anhelaban. Tu rostro encandilaba la vista al pudor, que le pidió a la lujuria que lo guiara, por favor.