Amor, confieso que quererte nunca fue fácil.
Despertaste en mi un misterio tan antiguo como el hombre, y sin embargo de lo más bello.
Por mucho tiempo tuviste el poder de destruirme, así como hacer de mi una obra maestra.
Admirarte era como mirar a los Ángeles emprender su vuelo.
Inspiraste tantas sensaciones que escribí de ti más de un pensamiento.
Y tu inhabilidad de devolverme el afecto, me tuvo por mucho tiempo en duelo.
También te maldije en más de una ocasión, junto con mis plegarias diarias que pedían por tu favor.
Nunca comprendí porqué mi destino fue quererte y no tenerte.
Pero ahora comprendo mejor...
Se qué de ti aprendí como debería ser el amor.
Y aunque leguas por millares nos separen.
O mi existencia haya sido sólo la ameba da la mosca de tu sopa, quiero confesar que te amé sinceramente.
Pero ahora me toca mover las manecillas de este reloj detenido, para avanzar de nuevo.
Por eso, deseo despedirme de ti.
Porque resulta que personas maravillosas nos pueden cambiar, sin saberlo, sin quererlo.