Días como hoy, en los que he contado cada grano de arena que cae del reloj, días en los que el espacio se hace más grande.
El día se ha hecho eterno, ocupo mi tiempo eludiendo este encuentro: este encuentro con mi soledad.
Leo y no me concentro, el apetito no está más, tan sólo hay una enorme sed, sed que ninguna bebida ha logrado saciar.
Al fin ha llegado la noche, el momento de ir a la cama no puede escapar, la soledad se ha vuelto a acercar, se ha acostado a un lado mío y me ha abrazado, no he podido evitar sentir su vacío, sin embargo ésta ya me ha arrullado.
Son ya las 4:00 a.m. y he despertado, la cama se ha ensanchado y de papel únicamente se ha engalanado.
Me he puesto a esperar la mañana y en el transcurso del tiempo me he puesto a pensar, que cada día que pasa me lleno más de rabia, que tu ausencia me ha llenado de celos, que cada día te quiero menos, o quizá más.
Pensar en ti me está volviendo loca, ya no sé si quiero volver a verte o si tan sólo quiero que estés aquí.
Siento que mi vida no tiene sentido, si mi personalidad no ha dejado una huella indeleble en ti.
Quizá no sea Frida Kahlo, ni Zapata, ni Cuauhtémoc.
Quizá no sea el Che Guevara, ni Don Quijote, ni Sor Juana.
Soy Noemí: Noemí Tonantzin, y sólo quiero expresar y emprender un viaje, un viaje muy muy lejos de ti, quizá hacia Mictlan o quizá a un ladito de ti.
Tonatiuh se ha levantado, el miedo ya me ha mareado, ahora pienso que el tiempo pasa más rápido, que estoy a días de cumplir veinte años, y sólo he pasado el tiempo aquí: en el paroxismo de mi soledad.