Era una tarde nublada. Miré mi reloj que marcaba las siete y media de la tarde, observé lentamente a mi alrededor y las luces de la ciudad ya estaban encendidas. Busqué rápidamente un taxi para volver a casa ya que había salido muy temprano a caminar sin un destino definido. Después de unos cinco minutos ya estaba en un taxi volviendo a casa, pasaron unos treinta minutos y me percaté que el taxista había tomado una dirección equivocada, bajé rápidamente y seguí caminando completamente desorientada. De pronto un chico se me acercó preguntándome hacia donde me dirigía, le mencioné la calle y me respondió que estaba a lo menos unas cinco cuadras de allí. Amablemente se ofreció a acompañarme a lo que asentí, la verdad me encontraba muy desorientada. Caminamos lentamente, hasta que él inició la conversación:
-¿Estudias? – preguntó con una voz dulce.
-Si, estoy terminando la secundaria. – respondí desviando la mirada.
-¿y cómo te llamas? – preguntó mirándome directamente a los ojos.
-Rocío. – respondí seriamente.
-Quisiera que me preguntaras algo, lo que tú desees. – dijo con una sonrisa en el rostro.
-¿Qué edad tienes? – pregunté tímidamente.
-Veinticinco. – respondió acercándose más a mí.
-¿y tú?
-Diecinueve. – respondí completamente nerviosa.
-Mi nombre es Felipe. – dijo acercando su rostro al mío. Pretendía robarme un beso, a lo que rápidamente me alejé.
No sabía que hacer claramente, y seguir allí o salir corriendo. Luego de unos segundos, me percaté que me miraba de pies a cabeza. Mis nervios aumentaron.
Yo llevaba una chaqueta negra, unos jeans azules y unas deportivas negras, y mi largo cabello castaño suelto. Mi piel es blanca, tengo los ojos verde claros y soy delgada de estatura normal.
El, un chico de estatura normal, piel morena y muy guapo. Nos miramos fijamente y nos sonreíamos cómplices.
Tiernamente tomó de mi mano y seguimos caminando, no podía decirle que no, me sentía completamente bumnerable, pero también sentía una atracción muy fuerte por ese chico que cada vez se apoderaba más de mí.
-Eres muy interesante. – me dijo con una gran sonrisa en el rostro.
-Gracias. – dije, realmente no sabía que hacer, ni como actuar. Finalmente me robó un pequeño beso, yo rápidamente aparté mi rostro muy nerviosa.
-¿Me tienes miedo?. – dijo con su rostro muy cerca del mío. Yo quería escapar, pero me sentía completamente atrapada por su mirada.
Luego de un minuto intenté seguir caminando y buscar alguna referencia que me ayudara a volver a casa.
¿Me darías un abrazo? - “¿pero que le sucede a este tipo?” me preguntaba internamente mirando como se acercaba a mí.
Me abrazó tiernamente, poco a poco se fue convirtiendo en un abrazo necesitado, tierno, intenso... lentamente tomó mi rostro entre sus manos y me beso apasionadamente haciéndome perder la razón.
Me removí entre las sabanas, miré mi reloj que marcaba las 5 de la mañana, y las dudas llegaron a mi mente. ¿Fue solo un sueño? ¿Nunca sucedió? Tantas preguntas, pero yo sabía que el día anterior había salido y su imagen llegó a mi mente, también recordaba que le di mi número de celular.
Al día siguente me levanté muy temprano para acudir a mis clases, tomé rápidamente mi bolso y salí corriendo del dpto. que compartía con Geraldine, una amiga que había conocido en los últimos dos años.
Llegué al Liceo y allí vi a mi milagro personal, Eraldo, mi gran amor.
Me acerqué para saludarle y abrazarle, dos días sin él una completa eternidad.
Nos abrazamos fuertemente, llevábamos 3 meses saliendo y ya teníamos una relación muy hermosa. Poco a poco Eraldo se convertía en esa persona perfecta, en mi alma gemela, en mi otra mitad. Pero mi consciencia me empezaba a molestar, ¿Cómo había podido hacerle algo así? Cada vez me sentía peor, quería llorar, quería desaparecer, quería morir.
Eraldo se fue a su clase despidiéndose con una gran sonrisa, lo que me hizo sentir más mal de lo que ya me sentía.
Me dirigí a los baños, aún me faltaban 5 minutos para que comenzara la clase, matemáticas, mi tortura.
Allí pude desahogarme, llorando como nunca, sintiéndome la peor persona del mundo, queriendo escapar de todo. No se cuanto rato estuve así, hasta que unas delicadas manos me abrazaron por la espalda. Era Andrea, mi mejor amiga.
Le conté todo, sabía que ella no me juzgaría, siempre me escuchaba y me apoyaba sin importar el motivo. Así sucedió, me entendió y seguiría su consejo de no decirle nada a Eraldo, no podía permitirme perderle ahora que sabía que estaba enamorada de él.
Así pasaron los días, los meses, y nuestra felicidad aumentaba cada vez un poco más. Eramos completamente felices, y yo le entregaba lo mejor de mí a la persona que se convertía en el amor de mi vida.
Llegó el fin de año, y yo era la mujer más feliz del mundo, tenía a la persona más maravillosa a mi lado, estudiaríamos en la misma universidad y la misma carrera. La vida al fin me estaba recompensando por todo lo que había sufrido, regalándome al hombre de mis sueños y al cual tanto esperé.
Pero la felicidad no dura eternamente. Ese día me dirigí al centro de la ciudad, Eraldo se encontraba de cumpleaños, y necesitaba un regalo para él. Pero jamás pensé que las cosas terminarían tan mal.
Me encontraba en una tienda, ya había recorrido la mitad de la ciudad, pero no me importaba tenía que encontrar lo que buscaba, la camiseta del équipo favorito de Eraldo.
Salí de allí muy enfurruñada, ya estaba cansada de escuchar que se encontraban agotadas. De pronto alguien me abrazó por la espalda, me giré lentamente, sin poder creer lo que estaba viendo.
-Hola bella. – ya ni le recordaba, y no quería volver a encontrarle nunca, él había sido mi peor error, el que no permitiría que se volviera a repetir.
-Hola Felipe, sabes no quiero hablar contigo ¿bueno? – me miró interrogante, y con burla en sus ojos.
-Creo que vas muy rápido Rocío. Yo se como están las cosas, se que estás saliendo con alguien hace meses y sé también que eres feliz, pero desde que te vi aquel día supe que eras para mí, y que no te dejaría escapar. – Cada vez entendía menos, como me podía decir todo eso si ni siquiera nos conocíamos. – Te he estado siguendo y sé todo sobre ti, y sobre tu novio ese.
-¡Basta! No tienes derecho a averiguar cosas de mí, no te lo permito ¿me entiendes? – me tomó fuertemente de los brazos obligándome a mirarle.
-Perdón cariño, lo siento mucho, pero si quieres que te deje tranquila harás un pequeño sacrificio. – Me besó apasionadamente, y mi cabeza comenzó a dar vueltas, no podía soltarme de su agarré, y algo en mi interior me decía que nada sería lo mismo.
Dejó de besarme y mis lágrimas empezaron a caer por mis mejillas. Miré a mi alrededor y sentí como algo se rompía dentro de mi, al ver la mirada de Eraldo a pasos de distancia.
Aquí me encontraba yo, frente a la ventana, con la mirada fija hacia la calle intentando encontrar algún motivo que me ayudara a seguir de ahora en adelante.
Dos días llevaba en el mismo lugar, en la misma posición, no comía, no dormía, ya nada tenía sentido. No podía olvidar las palabras de Eraldo, “eres una mentirosa, no quiero saber más de ti, nunca te voy a perdonar.”
Geraldine y Andrea eran las únicas personas que estaban conmigo, y se los agradecía.
Pasó una semana, y mi pena aumentaba, dejé todas mis actividades, ya nada importaba. Sabía que no podía seguir así, pero de pensar en lo feliz que era, y saber que quizás nada volvería a ser igual, me llenaba de dolor.
Un mes después comencé a retomar todo lo que había dejado, sabía que no volvería a recuperar lo que ya estaba perdido, pero tenía que continuar con mi vida.
A Eraldo le vi algunas veces, y en su mirada vi decepción, rabia, rencor. No me hablaba, y su indiferencia me estaba matando por dentro, por eso es que decidí salir de vacaciones, necesitaba distraerme... me fui a casa de mi hermana que quedaba a fueras de la ciudad, así podría pensar con tranquilidad, y ver que haría de ahora en adelante.
Ya han pasado meses desde ese episodio, aún siento que Eraldo me hace falta, pero el dolor cada vez disminuye un poco más, y he vuelto a mi vida normal. De Felipe volví a tener noticias, me pidió disculpas, también juró que no se acercaría a mi nunca más. Pero es hoy donde entiendo, que amar es lo más hermoso que te puede suceder, pero cuando se termina todo, te haces tantas preguntas, te cuestionas tantas cosas y cuando las respuestas comienzan aflorar, te das cuenta que no dependes de nadie para ser feliz, que la verdadera felicidad está en tu interior...