De gris y frío mármol, a golpe de cincel tallada, siempre inmóvil y serena, en el mismo parque ubicada.
Paseáis cerca de mí, algunos me miran, otros me contemplan y la mayoría me ignoran, nadie percibe mi secreto, ni el poder que existe en él.
Y es que carente por mi condición, de los cinco sentidos de los que tanto alardeáis, yo conseguí desarrollar un sexto, que es el que realmente anheláis.
Poderosa imaginación, que suple con creces los otros cinco, que aún siendo inmortal no poseo... Porque la gélida piedra que me rodea es la muralla que aisla el fuego de mi interior.
Soy capaz de desnudarte sin tocarte, sentir mis dedos sobre tu piel sin que mis yemas rocen tu cuerpo. Bañada en deseo, penetro en tu alma y te hago mío, siento el sudor de tu espalda, el roce de tus muslos y el calor de tu cuerpo.
Te seduzco en la distancia, no eres consciente de ello, me inundo de ti al estar en mi interior, bendita presión de tu cuerpo sobre el mío, pasión que fluye y nos recorre entre gemidos y suspiros.
Consigo invadirte al entrar por tu mirada y hacerte el amor más allá de nuestros cuerpos. Te gozo, disfruto de tus besos, de tus rítmicos movimientos y de tus dedos inquietos.
Y así te paseas sobre mi cuerpo, me llenas de pasión y me inundas con tu sexo, me ofreces mil lentas caricias, y con precisión y destreza, consigo tocar el cielo.
Así que aún en forzosa inamovilidad y con glacial y frígida apariencia, no me duele vuestra indiferencia, pues únicamente el que me siente comprende el fuego y el poder de mi interior.