Entre las rosas tu camino
tus espinas,
por el cielo tu partida
mi martirio.
Y allí un susurro
inaudible oigo,
en las sombras de la mañana,
que mudo me dice algo
y yo ciega, lo escucho
¡Ven conmigo, no me dejes!
Y yo asustada estiro
mis brazos, perdidos, pálidos
en la luz del amanecer
¡Sigue!, ¡dame la mano!
Mis dedos tocan su rostro
y su corazón, mi alma
¡Venga!, ¡sigue volando!
Tira de mí y me abraza
y juntos, hacia una estrella
muy lejana, nos vamos.