En un día esplendoroso, radiante, donde el sol sale con brillo y claridad; la Abeja, la Flor y un Zángano se encontraron, cada uno pensando que ese día claro y resplandeciente, no era lo suficiente.
A cada uno lo aquejaba un problema. La Abeja preguntó. -¿Cómo te encuentras hoy señorita Flor? La Flor le respondió: -No muy bien mi querida amiga Abeja, los climas están cambiando y hoy no tengo mucho néctar, ni polen que ofrecerte; el verano esta ves esta más largo, hace días no llueve y la falta de agua me está matando.
La Abeja angustiada respondió: -No me digas esto querida Flor, en el baile de la abeja la recolectora me envió a pedirte un poco de tu polen y tu néctar; es cierto los climas están cambiando, nosotras nos hemos visto afectadas también. Estamos en este momento en crisis de desparecer mi querida Flor; nuestras colonias, están disminuyendo y si no puedo recolectar tu polen y tu néctar mi Reina morirá y mi colmena desaparecerá.
En eso interrumpió el Zángano dándole la razón a la Abeja: -De mi colmena fui expulsado, el florecer este año no fue lo esperado, la comida solo alcanza para las larvas que se están gestando y los primeros que perdemos somos los zánganos, no ha llegado el otoño y ya hemos sido sacados de las colonias. Y en esto continúo el Zángano: ¿Señorita flor me podría regalar a mí aunque sea un poquito de su néctar, para sobrevivir y ver otro día resplandeciente y hermoso igual a este?
La flor le respondió: .-Me encantaría poder ayudarte amigo Zángano, pero tú no puedes alimentarte solo, tu existir fuera de la colmena no se puede lograr. Pero a ti mi querida Abeja si te puedo dar un poco de mi néctar y mi polen.
La Abeja agradecida respondió -Gracias mi querida Flor tenemos que tratar de ayudar en el cambio del clima y seguir en nuestra labor de la polinización. Y ahora que se dificulta más gracias a los avances del humano; esas antenas y sus celulares nos desorientan y salir de la colmena es un riesgo, el perderse y no poder regresar.
El Zángano volvió a interrumpir y le pregunto a la Abeja si ella lo podía alimentar. -¿Querida Abeja quería saber si podías darme un poco del polen que recolectes, al menos para vivir unas horas más? La Abeja respondió: -Aunque te puedo alimentar ya escuchaste a la Flor, tu labor en esta vida fuera de una colonia no se puede lograr, tengo que llevar todo el polen y néctar que recolecte a mi Reina y mi colmena.
El Zángano en eso la interrumpió de nuevo. -¡Amiga Abeja! Sé que la vida de uno no importa tanto, como la de miles que hay en tu colmena, y que un zángano no puede ayudar en el trabajo de la polinización; pero me es difícil simplemente dejarme morir y no luchar por ver otro día igual de hermoso a este.
La Flor al ver el deseo del Zángano por sobrevivir le dijo a la Abeja. –Querida Abeja te regalare de mi polen y mi néctar si compartes un poco con el Zángano, al menos para que tenga la oportunidad de ver otro día igual de hermoso a este.
La Abeja a regañadientes accedió a alimentar al pobre Zángano. Y después partió a su colmena con su Reina. El Zángano agradeció a la Flor por haberle ayudado: -Gracias mi querida Flor me has dado la oportunidad de ver otro día como este, espero poder agradecerte más a delante.
La Flor le respondió: -Al verte angustiado por tu vida, me hizo pensar en la mía, aunque también estoy sufriendo, la alegría que me trae tu agradecimiento me dan fuerzas para luchar por ver otro día tan radiante como este; espero volver a verte mí querido Zángano. Y en esto el Zángano partió.
Cuando de repente comenzaron a caer unas gotas de agua, la lluvia que le hacía falta a la Flor comenzó a resbalar por sus pétalos, por su tallo y dirigirse hasta sus raíces. La Flor exaltada, llena de alegría por la acción que había tenido con el Zángano, entendió que esa pequeña acción de salvar una vida, aunque estaba poniendo en riesgo la suya, le trajo recompensas; recompensas que en el ciclo de la vida llegarán si tienes buenas acciones.